Rodolfo Fischer y Claudia Pereira lideran un Pierrot Lunaire con acento en el cabaret
octubre 22, 2024
La obra fundamental del siglo XX será presentada en la 60a Temporada de Cámara UC el 22 y 23 de octubre, celebrando así los 150 años del natalicio de Arnold Schoenberg. El director chileno residente en Suiza, además, dirige a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Séptima de Beethoven.
Rodolfo Fischer es uno de los más activos directores chilenos y colabora permanentemente con prácticamente todas las agrupaciones chilenas y una decena de orquestas de distintas latitudes. Además, enseña dirección orquestal en Basilea.
Vive entre Chile y Suiza, y es desde el año 2020 director titular de la Orquesta de Cámara de Valdivia, período en el cual ha renovado completamente el repertorio de ese elenco y liderado innovadores proyectos de alto impacto artístico.
Con su orquesta, acaba de presentar un original programa que reunía la música de Alma y Gustav Mahler, en una producción que contó con el trabajo de Nicolás Ahumada, compositor en residencia de la Orquesta de Cámara de Valdivia, una figura prácticamente inexplorada en nuestro país y que, en este caso, ha resultado realmente muy prolífica.
Esta semana, Rodolfo Fischer programó cuatro conciertos en Santiago. En la 60a Temporada de Cámara UC presentará Pierrot Lunaire de Arnold Schoenberg el 22 y el 23 de octubre. «Quizás sea la obra de Schoenberg que más impactó al mundo», declara. Y con la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, en tanto, acaba de contrastar a Claude Debussy y Ludwig van Beethoven, el lunes 21 de octubre, y tendrá una segunda función este jueves 24.
Sobre esos compromisos y sobre el quehacer de la Orquesta de Cámara de Valdivia, Rodolfo Fischer ha conversado con Radio Beethoven. Sumamos también los interesantes puntos de vista de la soprano Claudia Pereira, quien propuso el programa de homenaje a Schoenberg en la UC.
Hablemos de la Orquesta de Cámara de Valdivia, que tiene unos programas espectaculares. ¿Cómo se ve la orquesta?
«Ahí estamos, trabajando duro. El próximo mes van a hacer el Cuarteto para el fin de los tiempos. Está lindo el grupo, está súper flexible. Estamos trabajando muchísimos años de historia de la música, tanto en música de cámara como en versión más grande, y obviamente me preocupo de los programas de orquesta ampliada. Estamos muy felices ahora porque ya estamos en la etapa final de la elección del compositor residente y tenemos tres grandes candidatos para el próximo año. Y estamos posicionando a la orquesta en el sur también, trabajando en colaboraciones con Panguipulli y con Villarrica, para darle un poquito más de impacto regional. El próximo año se vienen giras importantes, queremos llegar a Europa, y celebrar los 15 años de la orquesta en grande, así que ése es el gran proyecto para el próximo año».
Creo que hay que valorar con justicia el hecho de que Nicolás Ahumada haya sido compositor en residencia, por lo que significa que exista este rol en una orquesta chilena, y que tenga una actividad concreta, tal como ha sido en este caso, que no sea sólo un título. Además, es valioso el hecho por cómo es este compositor en particular, que además de tener una muy buena filigrana es una persona muy creativa y muy abierta, dispuesta a colaborar.
«Absolutamente: Además que él realmente se tomó lo de residencia en serio, ha estado mucho en Valdivia y compartido con los músicos, quienes conocen ya su lenguaje. Hay una interacción un intercambio de ideas. La verdad es que estoy muy feliz con ese proyecto porque no sabía qué iba a pasar, y ahora, claro, va a ser totalmente distinto porque tenemos tres compositores muy jóvenes, los tres están en Europa, entonces puede ser una residencia distinta. Quizás virtual, pero la creación viaja sin problemas».
Respecto de sus conciertos con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, ¿hace cuánto que no le tocaba dirigirla? ¿Cómo la encuentra?
«Hace tiempo que no dirigía la Juvenil, desde antes de la pandemia. Ha sido interesante porque me he encontrado con que son más jóvenes, al parecer, que antes. Hay una edad promedio que debe estar cercana a los 21. Muchos de ellos vienen ya de un programa definido que es la OSEM, entonces si bien son muy jóvenes, tienen más experiencia orquestal a esa edad que cuando se graduaban antes, como sucedía hace 10 años. Ahí veo un cambio. También ha habido una diferencia porque ya no se elige a un concertino ni a jefes de filas, sino que van rotando».
¡Qué distinto!
«Totalmente distinto. Así que ha sido bien interesante, novedoso. No me había tocado encontrarme, por ejemplo, que en una obra hay un concertino, en la ora obra hay otro concertino, eso es lo que se implementó después de 2019».
Entiendo que el programa incluye Nocturnos de Claude Debussy y la Séptima Sinfonía de Beethoven. ¿Qué le gustaría comentar de este repertorio?
«Ha sido bonito para mí encontrarme ya con un repertorio como Beethoven, que se supone que se hace habitualmente, pero finalmente no se hace tanto. En las orquestas juveniles y especialmente en ésta, porque es bien grande, eso se aprovecha para hacer los Mahler y los Ravel, todas las obras que tienen orquesta completa, y la organización me pidió hacer una sinfonía tradicional porque ahí está toda la gramática, todas las bases de la sinfonía que marcaron los próximos 200 años. Entonces está eso por un lado, y esta el lenguaje debussiano, francés, que me encanta, siempre me ha fascinado. Entonces ahí son colores, el descubrimiento. La obra Noctunos de Debussy yo la había hecho en la época de Fernando Rosas, la hice con aquella Juvenil, y llegamos hasta el segundo movimiento nomás, porque no había coro. Entonces ahora que me enteré de que Cecilia Barrientos tenía un coro joven, dije, qué mejor oportunidad que hacer Sirene, que es para coro de mujeres, 16 voces, está perfecto. Y me compraron la idea. Así que ahora por fin voy a poder hacer las tres con la Juvenil».
El primer concierto de Rodolfo Fischer con la Sinfónica Nacional Juvenil fue el lunes 21 de octubre en el Teatro CA 660 de Fundación CorpArtes. El segundo será el jueves 24 de octubre a las 19 horas en la Parroquia de la Divina Providencia (Nueva Providencia 1619). Inscripciones gratuitas en foji.cl.
El Instituto de Música UC conmemora los 150 años del nacimiento de Arnold Schoenberg con la obra de este compositor austriaco que cambió la historia de la música: Pierrot Lunaire. Este ciclo de 21 canciones sobre poemas de Albert Giraud fue estrenado en 1912, es atonal y es un icono del expresionismo; la soprano solista canta en el estilo Sprechstimme (canto hablado), es decir, con un carácter de cabaret.
El Instituto de Música UC conmemora los 150 años del nacimiento de Arnold Schoenberg con la obra de este compositor austriaco que cambió la historia de la música: Pierrot Lunaire. Este ciclo de 21 canciones sobre poemas de Albert Giraud fue estrenado en 1912, es atonal y es un icono del expresionismo; la soprano solista canta en el estilo Sprechstimme (canto hablado), es decir, con un carácter de cabaret.
La dirección será del maestro invitado Rodolfo Fischer y será la segunda oportunidad en la cual conduzca Pierrot Lunaire en una producción del Instituto de Música UC; la vez anterior, hace cinco años, su dirección fue premiada como lo Mejor de 2019 en la categoría de música por el Círculo de Críticos de Arte de Chile (ver nota). Los críticos destacaron que Fischer “descolló” en una obra fundamental del siglo XX y “de bestiales exigencias”.
Ahora, en la nueva propuesta de esta célebre partitura de Schoenberg, actuarán tres profesores del Instituto de Música UC: Claudia Pereira, y Oriana Silva, en violín y viola, y Celso López en violonchelo. Las dos primeras fueron también parte del premiado concierto de 2019. Se sumarán el titulado en Música UC Nicolás Guerrero en clarinete y clarinete bajo y los invitados Juan Pablo Aguayo, en flauta y piccolo y Jorge Pepi-Alós, en piano.
«Entiendo que la Temporada de Cámara UC es una de las más antiguas de Latinoamérica y se ha ganado un sitial porque es un espacio donde todavía se puede hablar de una libertad considerable en la programación»
Rodolfo Fischer
El programa incluirá también Petroushskates (1980) de Joan Tower, compositora estadounidense ganadora del Grammy y a quien la Sinfónica de Chicago y la Filarmónica de Nueva York le han comisionado obras. Esta obra es una relectura del ballet Petroushka, de Igor Stravinsky. En el cierre se rendirá homenaje a Gustav Holst, a 150 años de su nacimiento, con sus Cuatro Canciones para voz y violín (1916-17).
Serán dos conciertos, ambos a las 19:30 horas, el martes 22 de octubre, en el Auditorio del Centro de Extensión Oriente (Jaime Guzmán 3.300) y el miércoles 23 de octubre, en el Centro Cultural GAM (Alameda 227). Inscripciones gratuitas.
«La Temporada de Cámara UC es un espacio muy importante, entiendo que es una de las más antiguas de Latinoamérica y se ha ganado un sitial no solamente por el formato, sino también porque es un espacio donde todavía se puede hablar de una libertad considerable en la programación y de búsqueda de ir más allá de lo que se toca tradicionalmente. Me siento privilegiado de tener esta oportunidad y de estar frente a tan destacados artistas», comenta Rodolfo Fischer.
Este músico reside entre Chile y Suiza; enseña dirección orquestal en la Musikakademie de Basilea y en paralelo desarrolla una activa carrera internacional como conductor. Como director se formó en el Curtis Institute of Music de Filadelfia y entre 1998 y 2002 fue director residente del Teatro Municipal de Santiago. Inicialmente se formó como pianista y en ese proceso, estudió entre los 12 y los 14 años en el Instituto de Música UC, donde su padre, el violonchelista Edgar Fischer, enseñaba.
«Me llama mucho la atención cómo se ha desarrollado el Instituto de Música, la calidad de las salas y de todas las instalaciones, es bien bonito. Ahora uno siente que es un lugar muy agradable para estudiar música», asegura.
«Pierrot Lunaire es quizás la obra de Schoenberg que más impactó al mundo. Curiosamente, esta obra de 1912 es de un formato pequeño, pero no sólo dio origen a mucha de la estética contemporánea, sino además a la formación de un ensamble que se llama ensamble Pierrot, por la cantidad de colores que puede generar con un número relativamente compacto de instrumentistas», declara Rodolfo Fischer.
¿Podemos profundizar en la riqueza de color que tiene este ensamble Pierrot? ¿Se debe a que es una combinación más o menos inusual de instrumentos para la época?
«Totalmente. Generalmente los vientos no se mezclan con dos instrumentos de cuerdas, que serían fuerzas desiguales en relación con los vientos. Sin embargo, en este ensamble se ganan muchos colores porque cada instrumento tiene una doble función, salvo el chelo y el piano. El violín tiene que tocar viola, la flauta tiene que tocar flautín, y el clarinete tiene además el clarinete bajo. Así se va aumentando la capacidad de registro y si hay algo que tenía Schoenberg es un oído único para la orquestación. Aquí él desarrolló una finura muy especial. Extrañamente, el Pierrot es poco posterior a sus Gurrelieder, los que son todo lo contrario, una especie de masa orquestal gigantesca. Quizás esto fue repensar un poco la composición desde un formato, atomizarlo al máximo, para encontrar este lenguaje nuevo cercano al cabaret, que fue finalmente una comisión que le hizo la cantante Albertine Zehme, quien lo estrenó».
«Schoenberg podía extraer la mayor cantidad de colores de un conjunto, sea éste de seis o de 150 personas, y eso fue algo que mantuvo toda su vida»
Rodolfo Fischer
Dado el impacto que Arnold Schoenberg produjo en la música y en la evolución y en la historia de la música, la influencia que tuvo, se tiende a destacarlo como un revolucionario que quebró la tradición, pero él sólo estaba trabajando dentro de la tradición. Quizás por eso podía pasar tan rápidamente de un tipo de obra a otra muy distinta, él mismo tomó varios caminos distintos. Destacaría usted no sólo lo revolucionario que fue Schoenberg, sino cuán ampliamente trabajó en lo que era posible hacer con la música en ese momento, explotando al máximo todas las posibilidades?
«Sí. Además de que todo el mundo estaba buscando una puerta de salida al dilema postwagneriano, de la llamada ‘La música del futuro’. Entonces ahí se produjo una explosión en la historia de la música; fue como un gran río que iba de un solo caudal que se dividió. Debussy se fue por un lado, Stravinsky se fue por el otro, y Schoenberg buscó otro camino. Schoenberg primero lanzó esta idea atonal libre y la trabajó hasta que de alguna manera tuvo que encontrar un sistema y produjo el dodecafonismo que, a mi juicio, fue una ciencia de la música que tuvo una vida definida y corta. El atonalismo nació de las manos de Schoenberg y a través de Alban Berg quizás llegó al escenario operático. Schoenberg, Berg y Anton Webern trabajó esta etapa de manera muy distinta. Sin embargo, Schoenberg podía extraer la mayor cantidad de colores de un conjunto, sea éste de seis o de 150 personas, y eso fue algo que mantuvo toda su vida».
Si bien el dodecafonismo puede ser un estilo con una vigencia que va disminuyendo, el atonalismo genera un atrevimiento, una apertura enorme en la exploración musical y en la composición, es un acontecimiento con gran influencia.
«Sí, yo siempre hago la analogía con el arte figurativo y el arte abstracto. Cuando las personas dejaron de tener que reconocer algo en ver una imagen, y se encontraron con un cuadro rojo de Rothko o una obra de Pollock y dicen ¿qué tengo que hacer aquí? La percepción ya no tenía la misma función que antes. Eso mismo le sucedió a los atonalistas, dijeron ‘Ahora nos liberamos de una reacción del público, y nos concentramos en este mundo nuevo que estamos explorando y estamos abriendo’. Y no sabían adónde iban a llegar. Conversábamos con el elenco que Pierrot es como esas piezas de diseño que a lo mejor se crearon en 1930 y uno las mira y dice ‘Pero esto podría haber sido inventado ayer’. Ésa es la sensación que uno tiene con Pierrot, que es una obra que se salió totalmente de su época, casi como si hubiera llegado del espacio».
«Esta vez siento que estoy buscándole mucho más el lado cabaretesco a Pierrot Lunaire, pero eso tiene que ver también con los músicos con los que uno colabora; como director uno tiene que crear en función de las personalidades artísticas que tiene al frente»
Rodolfo Fischer
Pierrot Lunaire usted ya la dirigió en la 55a Temporada de Cámara UC, y con varios profesores del Instituto de Música UC. Actuó también como solista la soprano Claudia Pereira, y usted fue reconocido por su dirección con un premio del Círculo de Críticos de de Arte. ¿Cuán interesante es volver a trabajar esta obra cinco años después?
«Es bien interesante lo que dices. No era mi primer Pierrot, yo lo había hecho ya en Suiza, de hecho, con Jorge Pepi-Alos, que es parte del grupo actual, en 2019 fue con Luis Alberto Latorre. Esta vez siento que estoy buscándole mucho más el lado cabaretesco, pero eso tiene que ver también con los músicos con los que uno colabora. Tengo la impresión de que la vez anterior teníamos una visión como de música contemporánea, buscando que todo fuera perfecto. En cambio, ahora siento un poquito más de libertad para ir jugando teatralmente con la obra. Creo que en gran parte se debe a los músicos con los que uno trabaja, que son quienes finalmente le dan la impronta, porque uno como director es una especie de plasticina: uno tiene que crear en función de las personalidades artísticas que tiene al frente».
Ésa es una exigencia propia de la música de cámara. ¿Será que en un grupo como éste el director pasa a ser uno más, y hace música de cámara?
«Sí. Además, tengo la sensación de que el haber trabajado ya varios años con la Orquesta de Cámara de Valdivia, que es un conjunto también pequeño, me ha cambiado un poquito la manera de dirigir cuando estoy frente a un grupo así».
Eso es porque es un conjunto más bien de solistas, ¿no?
«Sí. Es una dirección que tiene que ver más con ir hacia un punto, con llevar a la gente hacia un punto, que con la precisión en el momento, porque eso lo pueden hacer solos. Cuando uno tiene 80 personas, primero tiene que saber cómo hacer para que vayan con uno, y para que vayan juntos entre ellos, puesto que a veces no se pueden escuchar. Pero aquí todo el mundo se puede escuchar bien, entonces acá tiene más que ver con la fluidez y con hacia dónde uno dirige la frase musical o el énfasis de alguna palabra. Por eso hacía referencia mucho a lo cabaretesco».
¿Cómo es para usted trabajar con Claudia Pereira? ¿Les ha tocado colaborar varias veces? Le pregunto porque la soprano tiene un rol bien particular en esta obra y no sólo en lo vocal, sino en la expresión misma.
«Sí. Hemos recorrido juntos muchos años de experiencia. Hicimos Les Illuminations de Britten juntos, varias obras. Claudia está siempre muy cómoda en estas obras complejas donde hay ritmo, atonalidad, etcétera. Es un agrado poder integrarla a un conjunto instrumental como una par con un instrumento diferente».
Además de Pierrot Lunaire, en el programa que presentarán el 22 y 23 de octubre se incluye Petroushskates de Joan Tower, compositora estadounidense que está en plena actividad, y un homenaje a Gustav Holst, a través de sus Cuatro Canciones para voz y violín, que nos mostrará una faceta mucho más íntima de este compositor tan conocido por la gran orquesta y las muchas voces de Los Planetas.
«Creo que el público se va a sorprender bastante. Petrushskates es una obra que fue escrita para un homenaje al patinaje en hielo, y con la estética de Petroushka. Entonces hay un momento donde recuerda esta especie de ostinato y este ostinato se transforma en esta figura de la persona que se desliza por el hielo. Es una obra extremadamente compleja, son cinco minutos de alto voltaje. En cambio, el dúo de Holst cuenta con cuatro poemas muy serenos, donde hay un diálogo muy interesante porque Holst ocupa el violín como un instrumento casi polifónico. Hay muchas dobles cuerdas, y se van entrelazando las melodías. Además, estas Cuatro Canciones de Holst tienen una calidad muy etérea que no tiene nada que ver con lo que uno conoce de Marte, que es lo que todo el mundo conoce de Los Planetas«.
La breve obra de Joan Tower, al contener una referencia al ballet de Stravinsky que se estrenó prácticamente al mismo tiempo que Pierrot Lunaire, cumple un doble propósito en el programa. En los conciertos, adelante el director invitado, habrá proyecciones vinculadas a los tres grupos de siete poemas cada uno, todos de Albert Giraud, que ocupa Schoenberg en Pierrot Lunaire. «Esta obra tiene la obsesión con el número 7, son 7 canciones por tres, es decir 21, y es el opus 21. Arnold Schoenberg estaba obsesionado con la numerología, entonces vamos a trabajar en base a tres cuadros, se proyectarán imágenes y además van a estar los poemas traducidos, por supuesto, para que las personas realmente puedan seguir esta conversación que nos presenta en un lenguaje venido de otro mundo», cierra Rodolfo Fischer.
La soprano Claudia Pereira, profesora del Instituto de Música UC, vuelve a asumir el rol solista en Pierrot Lunaire en estos conciertos, y ya en 2019 ella y Oriana Silva- académica UC y concertino de la Orquesta Usach- fueron parte de la premiada entrega de esta partitura clave del siglo XX en la 55a Temporada de Cámara UC.
«En su versión anterior, en 2019, tuvo una muy buena aceptación del público en general y de la crítica por lo cual se otorgó un premio. Obviamente, volver a interpretarla es un desafío, y no es un desafío menor. Pero es un desafío gustoso. Será distinto porque hay intérpretes distintos, con sensibilidades y resoluciones distintas. Y quienes nos repetimos el plato ya tenemos una mirada distinta sobre la obra, porque ésta es la segunda vez con Pierrot«, reflexiona la soprano.
«Con la profesora Oriana Silva, fuimos dos mujeres que confluimos en querer conmemorar los natalicios de Schoenberg y Holst, y el maestro Rodolfo Fischer propuso incluir a Joan Tower; nos pareció un complemento ideal en nuestra búsqueda constante de la reivindicación de lo femenino en la composición”
Claudia Pereira
La idea inicial del programa, cuenta, nació por una motivación de la profesora Oriana Silva de conmemorar los 150 años del nacimiento de Schoenberg, y la soprano es quien propuso sumar las Cuatro Canciones de Holst y así celebrar también el centésimo quincuagésimo natalicio del compositor inglés. «Fuimos dos mujeres que confluimos en querer conmemorar estas fechas y el maestro Rodolfo Fischer propuso incluir Petroushskates de Joan Tower, ganadora de un Grammy. y nos pareció un complemento ideal en nuestra búsqueda constante de la reivindicación de lo femenino en la composición”.
La partida será justamente con Claudia Pereira y Oriana Silva, quienes interpretarán Cuatro Canciones para voz y violín de Gustav Holst. «Éste es un mundo diametralmente opuesto al de Pierrot Lunaire. Estas canciones ofrecen una interacción melódica bastante inusual porque no tenemos un instrumento armónico, sino que es una conversación entre dos instrumentos melódicos. El violín no sólo sigue a la voz, sino que tiene sus propios discursos, sus propias líneas melódicas absolutamente autónomas de la voz, que complementan y a veces contrastan también la línea vocal», detalla.
«Las canciones de Holst que interpretaremos son íntimas y expresivas, emocionales y profundas en lo simple, en lo cristalino, buscan conmover desde lo íntimo y a través de la cercanía con el oyente»
Claudia Pereira
En cuanto a los textos utiliza Holst en estas canciones, la profesora de Música UC indica que «son de un carácter muy simple y muy religioso, exaltan todo el tiempo la devoción espiritual. Estas canciones son íntimas y expresivas, pero muy cercanas a los oyentes; son emocionales y profundas en lo simple, en lo cristalino. En Los Planetas conocemos a un Host que es mucho más desbordante, voluptuoso, que maneja grandes estructuras de sonido y orquestales, que busca la conmoción del oyente a través de lo sobre-expresivo, de la inundación de lo timbrístico y del sonido. Estas canciones que interpretaremos con Oriana buscan también conmover, pero desde un lado completamente contrario, desde lo íntimo y a través de la cercanía con el oyente».
En cuanto a Pierrot Lunaire de Arnold Schoenberg, señala que es una obra muy desafiante. «Lo vocal es bastante rupturista para la época; está el uso del Sprechstimme, que es esta voz a medio camino entre lo hablado y lo cantado y que implica un desafío para el cantante porque no debemos mantener las notas exactas, sino transitar en torno a ellas con indicaciones timbrísticas distintas de las grandes líneas vocales que se conocían hasta el romanticismo y el posromanticismo. También hay un desafío en encontrar los equilibrios entre los instrumentos y la voz y entre los instrumentos entre sí, porque Pierrot Lunaire es de carácter expresionista, por lo tanto en algunos momentos logra desarrollos sonoros importantes, pero que son muy dinámicos y que después vuelven repentinamente a ambientes más cristalinos», explica Claudia Pereira
«Una dificultad añadida está en que las referencias que tenemos los músicos para encontrarnos en la obra ya no son tonales, ya no van dentro de la armonía, sino que en otro tipo de estructuras, de manera que hay una forma de comunicación diferente para nosotros», agrega.
«Pierrot Lunaire es una obra completamente expresionista, está cargadísima de las emociones intensas, oscuras y tortuosas, entonces los intérpretes no sólo debemos lidiar con complejidades técnicas y musicales, sino también con esta carga emocional»
Claudia Pereira
Asimismo, indica, es una creación particularmente exigente en lo emocional: «Es una obra completamente expresionista, está cargadísima de las emociones intensas, oscuras, tortuosas del personaje que es Pierrot Lunaire, entonces los intérpretes no sólo debemos lidiar con complejidades técnicas, musicales, sino también con esta carga emocional, y para interpretar una música tan cargada de simbolismos en los sicológico, hay que ser muy flexible, y estar muy atento a la atmósfera cambiante que tiene cada uno de los 21 números”.
¿Cómo ha sido su relación, como intérprete con la obra de Arnold Schoenberg? Usted interpretó hace sólo algunas días, las Seis Canciones para voz y orquesta del creador austríaco, junto al Ensamble Contemporáneo e invitados, en la 60a Temporada de Cámara UC.
“Schoenberg es un compositor que me mueve profundamente en cada una de sus etapas. Su opus 8, las Canciones para voz y orquesta, es un Schoenberg aún saliendo del espíritu romántico, un Schoenberg posromántico, en el cual aún uno puede reconocer mucha influencia de Wagner, Mahler y Strauss. La voz está cargada de grandes líneas líricas voluptuosas, generosas, expresivas siempre desde el punto de vista de lo romántico no sólo en la forma de la conducción del canto, sino que también en las temáticas, y es un sentimiento mucho más que viene desde lo romántico. Si bien está todo el tiempo avanzando en el cromatismo hasta el punto en que uno siente que la armonía se va a desdibujar, siempre la retoma y resuelve armónicamente. Entonces el oyente aún puede prever hacia adónde va. En cambio, el Schoenberg que veremos en Pierrot Lunaire definitivamente ya ha hecho un camino hacia otras latitudes, se va de la tonalidad definitivamente, ya anidó en otro lugar».
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.
El director sueco debuta el 20 de octubre en el Ciclo Bach Santiago, con dos cantatas y un motete del genio barroco. Además, dirige en tres conciertos a la Orquesta de Cámara de Chile. ""Estoy tan contento por estar de vuelta y reencontrarme con todos mis amigos en Chile, tanto de la Orquesta de Cámara de Chile como de la Universidad Católica. Siempre han sido colaboraciones artísticas muy buenas", dice.
La excepcional intérprete e investigadora que ha sido premiada con el Diapaon dÓr y dirige el Museo San Colombano en Bologna, dará un recital de clavecín el 3 de octubre en la Temporada de la Fundación Guitarra Viva.
Una de las partituras más espirituales del célebre compositor estadounidense será interpretada junto al Ensamble Vocal Taktus que dirige Javiera Lara Salvador. Será el 4 de octubre en la Catedral de Santiago.
El domingo 29 de septiembre, la intérprete chilena dará un recital en Leipzig como cierre de una beca que le permitió tener en casa un clavicordio que perteneció a Herbert Collum. Abordará repertorio iberoamericano, con obras encontradas en Chile.
Archivo Maestro, Opus 97.7, Guitarra, Música Arcana, Puro Jazz, Divertimento, Contrapunto y La música que cambió mi vida ofrecerán ediciones especiales dedicadas por completo a la música nacional: se revisarán todas las facetas de Enrique Soro y se difundirán grabaciones históricas con la participación de figuras como Jaime Donoso, Fernando Rosas, Paolo Bortolameolli y Hans Stein.