Michio Nishihara: "La comunicación con el público es lo que te da energía para seguir y seguir"
diciembre 22, 2022
El pianista chileno vuelve a dar un concierto, después de un receso de tres años. Retorna con su ciclo Piano a Mil y con repertorio romántico, retomando además a Liszt, con cuya obra se reencontró en la pandemia. "Nunca había pasado tanto tiempo sin tocar, así que me siento un poco nervioso", reconoce.
Michio Nishihara Toro (1972) nació en Concepción, pero es de Antofagasta. Allá están sus raíces, y también están en Japón, pues uno de sus abuelos era nipón. Se apasionó por la música clásica cuando llegaron dos discos a sus manos. Tenía 9 años e inició sus estudios de piano en el Conservatorio de Antofagasta.
Cuando tenía 14, Óscar Gacitúa dio un recital en Antofagasta, y lo impresionó tanto, que terminó convirtiéndose en su discípulo. Viajaba una vez al mes desde Antofagasta a Santiago, por tierra, para las clases. Para él, fue un mentor, y siempre destaca su honestidad, rectitud y nobleza.
A los 20 ingresó a la Academia Bydgoszcz de Polonia y a los 25 al Conservatorio Tchaikovsky de Moscú. Residió varios años en Europa y actuó en el Royal Festival Hall y en St. Martin in the Fields en Londres, el Museo de Arte Contemporáneo en Estrasburgo, la Sala George Enescu de Bucarest, Sala Witold Lutoslawski de la Radio Nacional Polaca, la Sociedad Chopin de Varsovia, la Academia Franz Liszt en Budapest, y la Rachmaninov Saal en Moscú. También se ha presentado en Alemania, Francia, España, Italia, Rumania, Bélgica, Austria, así como en América, por ejemplo, en el Teatro Colón de Buenos Aires y del Conservatorio Plurinacional de Música de La Paz en Bolivia.
Mientras vivía en Europa, Michio Nishihara nunca dejó de volver a Chile, una vez al año por lo menos. Hizo giras por diversos territorios, actuó en teatros municipales de distintas ciudades y también en salas de concierto capitalinas, además de espacios no convencionales. Fue, por ejemplo, el primer pianista que dio un recital en el Centro Arte Alameda. Para él, lo importante no es el escenario, sino la comunicación que puede llegar a establecerse con el público. A veces sucede, y otras no, pero cuando sucede, dice, es lo «que te da energía para seguir y seguir».
Una vez que volvió a radicarse en Chile, su agenda de conciertos se multiplicó. En todo tipo de espacios. Fue convocado, por cierto, para el Festival Bicentenario Chopin» que organizó en 2010 el Centro de Extensión Artístico y Cultural (CEAC) de la Universidad de Chile. Es uno de los más reconocidos especialistas en la obra del genio polaco. También fue convocado al año siguiente, en el ciclo “A la Búsqueda de Franz Listz”, que el mismo CEAC organizó para celebrar el bicentenario del compositor bohemio.
Profundamente comprometido con ampliar el acceso de la ciudadanía a la música, Michio Nishihara inauguró en 2011 una academia propia en Providencia. «Piano-Studio» era un centro de enseñanza de piano y de iniciación musical.
«Los aficionados a la música siempre han sido como los hermanos pobres dentro de los conservatorios, donde entran no porque quieran convertirse en músicos profesionales, sino porque buscan mejores profesores y tener contacto con colegas. En el otro extremo están quienes estudian en sus casas; ahí, la exigencia es igual a cero, no hay contacto con colegas o el público, y ni siquiera tienen acceso a buenos pianos», explicaba entonces.
La idea la tuvo en 2009 cuando dio un concierto gratuito en la Sala Pablo Neruda del Metro Quinta Normal. Había 400 asistentes e introdujo cada obra que tocó. «Me impresionó la avidez, el interés y la recepción de la gente», dijo. Ver la nota de 2011 aquí.
Hace seis años, por lo menos, Michio Nishihara Toro empezó a subir videos de sus conciertos en su canal de YouTube y después empezó a publicar en redes sociales videos breves en los cuales hablaba de música y la tocaba.
En 2016, además, dio partida a una iniciativa inédita: Piano a Mil. Así, empezó a recorrer iglesias, gimnasios y todo tipo de recintos públicos disponibles, para hacer recitales, convocando siempre a una numerosa audiencia, ampliando efectivamente el alcance de su trabajo, con entradas a $1.000.
Ahora, Michio Nishihara Toro retoma Piano a Mil. El martes 27 de diciembre dará un recital en la Iglesia San Ignacio. Será el retorno del pianista chileno, después de un receso de tres años, tiempo en el cual no ha tocado en público.
Radio Beethoven conversó con Michio Nishihara Toro al respecto. También, sobre su vínculo con el público y las razones que lo motivan para desarrollar un modelo de conciertos en que haya una entrada de $1.000, en vez de que sean gratuitos.
¿Por qué no ha tocado en público en tres años y por qué vuelve a presentarse ahora?
«Bueno, en primer lugar, fue la pandemia que se alargó mucho, y luego una serie de circunstancias personales que me ocurrieron y que llevaron a que esta pandemia se alargara más de lo esperado en mi caso particular. Por eso estuve un tiempo retirado de los conciertos».
En estos tres años, ¿se concentró en estudiar repertorio, o solamente en la práctica del instrumento? En el fondo, ¿qué hace un pianista cuando no está preparando conciertos?
«Uno sigue practicando, en privado, o estudiando repertorio antiguo, pero también explorando nuevos repertorios. Uno también va repasando, poniéndose al día con cosas que uno había querido estudiar antiguamente y que no había tenido tiempo. Es un tema recurrente en los músicos intérpretes el cómo renovar los repertorios, porque al estar tocando siempre es difícil poner cosas nuevas ‘en dedo’. Entonces, tener una pausa tan larga da el tiempo como para retomar piezas que uno ha tenido postergadas por mucho tiempo».
En su caso, ¿hubo algunos compositores o algunas obras a los que les dedicó más tiempo en estos tres años? ¿Se apasionó o se empecinó más con algo en particular?
«Volví a ver muchas piezas de Liszt, que yo había visto mucho cuando era muy joven y después con el tiempo las había dejado de lado. En este tiempo volví a muchas piezas de Liszt».
Recuerdo que usted inició su ciclo Piano a Mil en 2016, lo entrevisté en ese momento. Usted dijo entonces que lo hacía porque «la actividad del músico debe ser hecha de forma independiente, no quedarse de brazos cruzados si no hay fondos públicos o privados disponibles para los proyectos». Si piensa en lo que tenía en mente cuando partió con ese formato, y cómo se fue dando el ciclo ¿cómo fue madurando ese proyecto con la experiencia misma?
«En realidad no es tanto un proyecto, sino que es una idea práctica. Tiene que ver con que los conciertos sean con una adhesión pagada, o sea, que el público pague algo, pero que sea algo muy económico, de forma tal que el concierto sea viable en términos económicos y materiales, pero que también sea viable para la gente ir, es decir, que sea lo suficientemente barato para que pueda ir toda la gente que quiera. Ésa es la idea. Porque muchas veces los conciertos se ven dificultados por los temas económicos, porque no hay apoyo de ningún tipo frente a los costos que implica un concierto. La idea es que se pueda hacer un concierto y que el público pueda solventarlo de alguna forma, pero haciendo un aporte que sea económico, que les resulte posible a todos. Siempre se tiene la idea de que el costo de un concierto es muy alto, pero no necesariamente tiene que ser así. Hacer conciertos que sean pagados, pero muy baratos, ésa es mi idea».
Cuando Michio Nishihara Toro inició el ciclo o modelo Piano a Mil, también tenía claro cómo haría la curaduría de cada programa: abriría con piezas archiconocidas y cerraría con creaciones profundas y grandes, es decir, con obras cumbre del repertorio para el teclado. «No desprecio al público. Siempre hay gente muy sensible, que puede no conocer de música, pero tiene talento para oír. Por eso tocaré al menos una obra grandiosa y profunda, acompañándola con otras muy famosas», enfatizaba entonces. Ver aquí la entrevista de 2016.
Hablemos de cómo ha sido la experiencia de Piano a Mil. ¿Hay algo que le haya llamado la atención, por ejemplo, de los comentarios que le hacía el público? ¿Hay gente que se repetía bien seguido?
«La experiencia es muy buena porque la gente valora cuando paga. O sea, le gusta contribuir a que el concierto ocurra, se sienten bien contribuyendo aunque sea con mil pesos y lo valoran más que cuando es gratis. Esa impresión me da. La gente va feliz a los conciertos y yo también soy feliz de poder hacer que ocurran y al final el tema de los mil pesos es un detalle nomás, pero de alguna forma ayuda a que ocurra, entonces tiene sentido».
¿Es importante la relación con el público para usted? ¿Cómo la ha vivido a través de su vida como intérprete?
«La relación con el público es fundamental. A veces uno está encerrado en su actividad musical, que en lo esencial es muy autosuficiente; uno escucha la música, la toca, se maravilla con la música, y en realidad esa actividad está muy encerrada en uno mismo. Uno cree que es así, o sea, que se autoalimenta y que se sostiene en sí misma, pero eso tiene un límite, se agota después de un tiempo. Esta cosa de compartir la música, que en primer lugar puede ocurrir con amigos, con cercanos y con colegas, y que en su expresión más potente es con el público, y que lo viven todos los que tienen la suerte de poder tocar música frente a un auditorio o un grupo de gente más grande. Eso como experiencia es muy fuerte y alimenta nuevamente el entusiasmo por la música de una forma muy fuerte. Porque estas cosas del arte y de la música en general tienen que ver mucho con el entusiasmo, y los entusiasmos, como todas las cosas, se pueden ir apagando, se van gastando. El contacto con el público es una cosa muy fuerte, muy excitante, que te da energía para seguir y seguir, por toda la vida. Ésa es la gracia, diría yo».
Piano a Mil la ha desarrollado en escenarios muy distintos, en iglesias, pero también centros culturales y otros tipos de espacios. ¿Cambian mucho los públicos cuando los conciertos se hacen en este tipo de escenarios y cuando son en una sala de conciertos tradicional? ¿Cambia mucho lo que usted siente, como intérprete, con distintos públicos?
«Yo he llegado a la conclusión de que no cambia nada. Hace 30 años, yo pensaba que cambiaba; que cambiaba de un lado a otro, de un país a otro, de un tipo de teatro a otro tipo de sala, según las edades del público o cuán informados estaban, etcétera. Pero al final el verdadero público, el que funciona como experiencia digamos, es el que se conecta con el concierto. Y da lo mismo si es viejo o joven, si es entendido o no entendido, salvaje o contemplativo, si son japoneses, chinos, gringos o europeos… Es la persona que está ahí y tú te das cuenta de que se conecta con la música y está escuchando. Ése es el verdadero público. Porque eso puede ocurrir tanto en el Municipal como en una iglesia o un gimnasio. Y puede también no ocurrir en el Municipal o en un colegio. Siempre puede ocurrir o no ocurrir. Yo he pesando mucho en eso, en cómo hacer que funcione el concierto. He pensado mucho en los repertorios, cuáles repertorios y para qué tipo de público. Incluso he pensado en cómo enfocar la interpretación de la música para que funcione, en cómo combinar las piezas. Y me he dado cuenta de que es poco lo que uno puede imaginar y que hay mucho de aventura y mucho que uno no lo controla. Porque uno quiere gustar más, encantar más, enganchar más a la gente, y la verdad es que es poco lo que uno puede ayudar. La música sola hace que enganche el público, o bien no. Al final, es sólo la música, y enganchan o no enganchan».
Los conciertos de Piano a Mil implican un esfuerzo adicional de tipo logístico porque se necesita un piano y hay que trasladarlo, ¿cómo se resuelve eso?
«Ése es un tema económico. Lamentablemente, en Chile no hay pianos en tantos lugares, y arrendar un piano cuesta un dinero más o menos importante, y hay que pagarlo. Eso se paga, se arrienda un piano y la persona que lo arrienda ve lo del traslado, y lo hace bien. No hay problemas con eso, pero tiene un costo. No es más problema que eso, que el costo».
Hablemos del concierto que dará el 27 de diciembre en la Iglesia San Ignacio. ¿Cómo diseñó el programa que va a interpretar?
«Ah, eso es muy complicado, porque como han pasado tres años me siento medio inseguro. En general yo me he mantenido siempre tocando, entonces nunca había pasado tanto tiempo sin tocar, así que me siento un poco nervioso. Entonces preferí tocar piezas que me motivan mucho, pero que también me siento cómodo tocándolas, es decir, que tocarlas sea más o menos un placer, no tanto un desafío. También elegí cosas más nuevas, en el sentido de que no las he tocado en muchísimo tiempo, como los Juegos de agua en la Villa D’Este de Liszt, pero que es una maravilla demasiado maravillosa (ríe), así que no es un placer tortuoso. Lo demás son cosas que he tocado mucho y que son un placer cómodo».
Su programa para la Iglesia San Ignacio tendrá un foco en el repertorio romántico que tanto ha cultivado a lo largo del tiempo. Sin embargo, abrirá con una pieza barroca: el preludio coral Nun komm, der Heiden Heiland BWV 659, de Johann Sebastian Bach, en arreglo de Ferruccio Busoni. Luego será el turno de Franz Schubert, con el Impromptu Op 142 n°2 y después abordará a Franz Liszt, con Juegos de agua en la Villa D’Este y Abschied.
Seguirá con Johannes Brahms, con dos Intermezzos y la Rapsodia Op. 79 n° 2, y el cierre será con Frédéric Chopin, con el Vals en Do menor, tres Mazurcas, la Fantasía Impromptu Op. 66, el Nocturno en Do menor Op. 48 y el Scherzo n° 2.
¿Qué les diría a los auditores de Radio Beethoven para invitarlos a este concierto?
«Bueno, que yo siempre he sido una persona a la que le gusta mucho la experiencia del concierto, así que voy a dar lo mejor de mí, y que tengo muchas ganas de tocar, estoy feliz de tocar de nuevo y voy a seguir haciéndolo con muchas ganas, con mucho cariño, con mucho entusiasmo. Y que si quieren escuchar un recital de piano con lo mejor de la música para piano están cordialmente invitados, que no se lo pierdan».
Coordenadas Martes 27 de diciembre. 19 horas. Iglesia San Ignacio (Alonso de Ovalle 1494). $1.000.
Desde música del siglo XII hasta La Pasión de Scrooge de Jon Deak y Hansel y Gretel de Engelbert Humperdinck, pasando por célebres creaciones de Bach, Haendel, Berlioz, Liszt y Messiaen, además de la ópera Vísperas de Navidad de Rimsky-Korsakov, la cantata Navidad en Chile de Pablo Délano y una sesión jazzística de Dave Brubeck son parte de nuestra programación especial.
Además de entregar las claves de los conciertos gratuitos de Navidad que la Camerata Unab ofrece con distintos coros y solistas durante diciembre, Felipe Karadima hace un balance positivo de este año, con cerca de 90 actividades, y anticipa los hitos de 2025.
Invitado por el Instituto Italiano di Cultura, el pianista piamontés abordará un repertorio que él mismo está rescatando en dos conciertos gratuitos que dará en Los Andes y Viña del Mar, el 29 y 30 de noviembre. "Estos compositores desarrollaron una importantísima operación de aggiornamento cultural porque tradujeron y trajeron a Italia a los grandes románticos alemanes", apunta.
El lunes 25 y martes 26 de noviembre, estrenará con Luis Orlandini y Gonzalo Cuadra obras comisionadas a Eleonora Coloma y a Rolando Cori. Y, el viernes 29, Alejandro Reyes ofrecerá una lectura nueva de la 2a Partita BWV 1004 de Bach, incluyendo corales y bajo continuo, junto a Vanessa Rojas, Javier Weibel y Oriana Silva, ahondando en el desgarrador luto que vivía el compositor. Dos nuevas propuestas artísticas paralelas a su rol en el Municipal de Santiago.
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.
La obra fundamental del siglo XX será presentada en la 60a Temporada de Cámara UC el 22 y 23 de octubre, celebrando así los 150 años del natalicio de Arnold Schoenberg. El director chileno residente en Suiza, además, dirige a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Séptima de Beethoven.