Jorge Arriagada: "La música puede cambiar la imagen"
enero 17, 2022
El mundialmente famoso compositor chileno abordará cuán distinta es la colaboración creativa con los 30 cineastas que ha trabajado, en concierto y conversatorio de la Universidad Estatal de O'Higgins.
Jorge Arriagada (1943) es el compositor chileno de música para el cine más reconocido a nivel internacional. Autor de más de 150 partituras fílmicas, trabajó 35 años con Raúl Ruiz en 46 películas. Esa fecunda colaboración ha sido reconocida: su música para El ojo que miente (1993) y Misterios de Lisboa (2010) ganaron el premio a mejor banda sonora en Sitges y San Sebastián, respectivamente. La música que escribió para El tiempo recobrado la grabó la Orquesta de París, y la de Klimt, con la Sinfónica de Londres.
También es suya la música de La Virgen de los sicarios (2000), de Barbet Schroeder, premiada en Venecia, la de Molière en bicicleta (2013) de Philippe Le Guay, que fue nominada al César como mejor banda sonora, y también la de Winter’s Child (1989), de Olivier Assayas.
También ha colaborado con cineastas como Gonzalo Justiniano, Nicole García, Carmen Castillo, Joâo Mário Grilo y Maura Morales. Y compuso la música de las películas Los Náufragos (1994), de Miguel Littin, El Entusiasmo (1998) de Ricardo Larraín y del documental Salvador Allende (2004) de Patricio Guzmán
A fines del año 2000, la SACEM -Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música de Francia, le entregó el Grand Prix de la Musique pour l’image. El jurado destacó que el compositor chileno residente en Francia hace más de 50 años “ha construido una obra potente al servicio de inmensos directores como Raúl Ruiz y Barbet Schroeder” y que su música logra darle otra dimensión a la imagen: “puede subrayar una emoción, pero también estructurar una narración”.
A los 16 años, Jorge Arriagada ingresó al Conservatorio de la Universidad de Chile, estudió con Gustavo Becerra y León Schidlowsky, y tras titularse de compositor se fue becado a Francia. Estudió con gigantes del siglo XX, como Max Deutsch, discípulo de Arnold Schoenberg, Olivier Messiaen y Pierre Boulez. Fundó el grupo de creación colectiva Musiques Variables, y su trabajo electroacústico fue adquiriendo tal resonancia que por él ganó la beca Guggenheim en 1972, a los 28 años.
“Mi trabajo es cambiar la noción de la imagen con la música”, declara el compositor. Lo que le atrajo a ese ámbito creativo fue el fenómeno sicológico que permite que el discurso de las imágenes sea modificado con la música.
El martes 18 de enero, a las 19:00 horas, Jorge Arriagada protagonizará un concierto y conversatorio que ha sido organizado por la Universidad Estatal de O’Higgins. Un grupo de integrantes de la Orquesta de Cámara de Chile interpretará música creada por el compositor para una serie de filmes: Entierro, de Maura Mor, L’Enfant de L’Hiver de Olivier Assayas, Klimt, de Raúl Ruiz, L’Avocat de la Terreur de Barbet Schroeder, Le Cahier Noir de Valeria Sarmiento, Alceste à Bicyclette de Philippe Le Guay, O Processo do Rei de Joâo Mário Grilo, además de su Suite Ruiziana N°1.
Luego, Arriagada dialogará con Miguel Littin, director de Instituto de Altos Estudios Audiovisuales de la universidad. El evento es presencial, con aforo limitado e inscripciones a través del correo cultura@uoh.cl, con transmisión en directo en los canales de Facebook y YouTube de la Universidad de O’Higgins.
Hemos conversado con Jorge Arriagada respecto de su quehacer como compositor para el cine y de por qué considera que es relevante que se instale en Chile una formación profesional en este ámbito.
¿Qué representa para usted esta invitación de la Universidad Estatal de O’Higgins?
«Es muy importante, puesto que una de las cosas que penan en este país es justamente la diversificación de cosas que pasan no solamente en Santiago. Es una gran cosa poder hacer algo en Rancagua, más aun en el contexto del Instituto de Altos Estudios Audiovisuales de la Universidad de O’Higgins, que es tan original».
En esta actividad se interpretará en vivo una selección representativa de su trabajo para el cine, con la Suite Ruiziana N°1, que sintetiza la gran colaboración artística que lo vinculó con el genial Raúl Ruiz, pero también hay piezas de otras películas, de lenguajes diversos. ¿Fue muy complejo hacer la curaduría de este programa?
«No. Simplemente fue que la idea de acompañar esta conversación y mostrar cosas que tienen que ver con el trabajo entre el compositor y el cineasta y con cómo la música influencia a las imágenes y viceversa. El programa fue más bien construido en función de la formación musical, tenemos siete músicos de la Orquesta de Cámara de Chile. La mayoría de la música que yo hago para filmes es con orquestas grandes, entonces hubo que adaptar algunas cosas. La idea es mostrar en vivo la música que se imagina y qué imágenes están detrás de esto».
Es bien interesante que el conversatorio sea con Miguel Littin, un cineasta con el cual usted ha trabajado, porque podrán hablar de esos procesos de colaboración en primera persona, ¿no?
«Claro. Puesto que yo he trabajado mucho con Miguel Littin, tendremos la posibilidad de conversar sobre cómo sucede esta relación entre el cineasta y el compositor, y las dificultades que hay a nivel de entenderse y de proponer. En general cuando los cineastas llaman a un compositor más bien piden que les ayuden, en el sentido de qué poner en las imágenes y cómo expresarse, y esa conversación es siempre muy útil. Todos aprendemos por ese contacto. Yo creo que ésa es la principal intención del conversatorio, es ver un poco cómo diferentes cineastas piden música de diferentes estilos y cómo piensan que la música estructura de una forma diferente cada película, pues cada cineasta tiene su forma de hacerlo».
Usted ha trabajado con muchos cineastas, lo que despierta la curiosidad por saber cuán particulares son esos procesos. Pensando, por ejemplo, en Miguel Littin y Raúl Ruiz, imagino que eran procesos muy distintos, ¿no?
«Sí, claro, son procesos completamente distintos. Pero en el caso de ellos de alguna manera hay una similitud puesto que hablamos castellano y que además venimos del mismo país. He trabajado con más de 30 cineastas, que piensan distinto y que tienen estilos completamente diferentes. Creo que no me voy a limitar únicamente a Raúl Ruiz y a Miguel Littin, sino que vamos a ver cosas de Barbet Schroeder y de Valeria Sarmiento, de todos los cineastas que utilizan la música como elemento para estructurar sus imágenes. Y eso va a ser lo entretenido, pasearse un poco sobre las distintas estéticas de cada uno de los cineastas y de los pedidos que se hacen en función de que lo quiere expresar a través de sus imágenes y con la música».
En las entrevistas anteriores que le he hecho, usted me ha explicado que la música puede ser un apoyo a la narración visual, a las imágenes en movimiento, pero también puede constituirse como un relato en sí misma, es decir, que la música para el cine no se trata sólo de poner acentos, de enfatizar lo que está sucediendo visualmente.
«Sí, justamente ésa es una de mis proposiciones, y generalmente lo converso con los cineastas: la imagen puede ser cambiada específicamente a través de la música. Al mismo tiempo, el hecho de agregar una música a una imagen le da una dimensión diferente, y ése es el interés. No veo el interés de decir la misma cosa con la imagen, yo creo que ahí habría redundancia. Es algo que utilizamos mucho con Raúl Ruiz; él nunca puso música romántica en las escenas de amor, por el contrario, siempre quiso darle una profundidad diferente, una abstracción a lo que él estaba diciendo. Hay gente que va en la dirección de las imágenes, otros van en contra, y algunos quieren directamente cambiar el sentido de la imagen con la música, poniendo elementos completamente contrapuntísticos».
Ese concepto es muy interesante, porque cuando usted lo enuncia uno inmediatamente recuerda esos momentos de algunas películas clave en que uno estaba viendo algo y estaba escuchando otra cosa, lo que enriquece la comprensión. Usted también tiene un interés firme en que en Chile se pueda formar a la gente que hace música para las imágenes. ¿Nos puede comentar esta necesidad que ve?
«Sí. Yo creo que eso parte de la base de que la formación musical que nosotros tenemos, es decir, clásica, no nos enseña la relación con la imagen, y justamente uno de los principales ámbitos que tiene hoy día el compositor para poder vivir de la composición musical, es trabajar para la imagen. Con tanto producto audiovisual que hay hoy día en el mundo, es imposible para un compositor trabajar fuera de la imagen, y por eso yo creo que la formación musical va a tener que cambiar. Sobre todo con esta nueva ola de lo que se llama el sound design y todo aquello que es agregado a la música en el formato auditivo. De eso vamos a conversar también, sobre el problema de formación de los compositores, puesto que del 100% de lo que vemos audiovisualmente, hay un 60% o un 70% de música que no está escrita. Yo creo que la formación del compositor musical para la imagen tiene que cambiar y tiene que evolucionar».
¿Podría profundizar en esta idea?
«Me refiero a que hoy en día no se habla de música para cine, se habla de banda sonora. Y esa banda sonora implica no solamente la composición musical del compositor, sino también el sound design, que son sonidos paralelos que dramatizan un poco la imagen. Hoy en día tenemos una exageración de esos elementos, que son sonidos comprados por los ingenieros en sonido y que están en casi todas las películas. Creo que es importante que el compositor conozca esas cosas y que no sea solamente un trabajo de ingenieros en sonido, de elementos comprados, porque finalmente llegamos a que en casi todas las películas aparecen hoy unos sonidos graves que son siempre los mismos y que nos están alejando de la expresión musical».
¿Le gustaría invitar a los auditores de Radio Beethoven, para que asistan presencialmente a esta actividad, si están en Rancagua, o se conecten en streaming?
«¡Pero, por supuesto! Son conversaciones muy interesantes porque cuando uno ve una película, está lejos del trabajo que hay detrás con respecto a la manipulación que hacen el cineasta y el compositor para llevar al espectador hacia un mundo auditivo imaginario. Detrás de eso hay todo un trabajo de composición y de relación entre el compositor y el cineasta para lograr ese efecto y, de alguna manera, manipular estéticamente al auditor. Esto me parece muy entretenido».
Invitado por el Instituto Italiano di Cultura, el pianista piamontés abordará un repertorio que él mismo está rescatando en dos conciertos gratuitos que dará en Los Andes y Viña del Mar, el 29 y 30 de noviembre. "Estos compositores desarrollaron una importantísima operación de aggiornamento cultural porque tradujeron y trajeron a Italia a los grandes románticos alemanes", apunta.
El lunes 25 y martes 26 de noviembre, estrenará con Luis Orlandini y Gonzalo Cuadra obras comisionadas a Eleonora Coloma y a Rolando Cori. Y, el viernes 29, Alejandro Reyes ofrecerá una lectura nueva de la 2a Partita BWV 1004 de Bach, incluyendo corales y bajo continuo, junto a Vanessa Rojas, Javier Weibel y Oriana Silva, ahondando en el desgarrador luto que vivía el compositor. Dos nuevas propuestas artísticas paralelas a su rol en el Municipal de Santiago.
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.
La obra fundamental del siglo XX será presentada en la 60a Temporada de Cámara UC el 22 y 23 de octubre, celebrando así los 150 años del natalicio de Arnold Schoenberg. El director chileno residente en Suiza, además, dirige a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Séptima de Beethoven.
El director sueco debuta el 20 de octubre en el Ciclo Bach Santiago, con dos cantatas y un motete del genio barroco. Además, dirige en tres conciertos a la Orquesta de Cámara de Chile. ""Estoy tan contento por estar de vuelta y reencontrarme con todos mis amigos en Chile, tanto de la Orquesta de Cámara de Chile como de la Universidad Católica. Siempre han sido colaboraciones artísticas muy buenas", dice.
La excepcional intérprete e investigadora que ha sido premiada con el Diapaon dÓr y dirige el Museo San Colombano en Bologna, dará un recital de clavecín el 3 de octubre en la Temporada de la Fundación Guitarra Viva.