Javier González Pesce: la "desaparición" de Galería Gabriela Mistral
octubre 23, 2021
El curador desarrolló con el arquitecto Smiljan Radic "Museo en campaña", intervención y exposición que celebra los 30 años de la emblemática galería.
Javier González Pesce (1984) es uno de los artistas visuales y curadores más activos de su generación. Sus proyectos creativos dan cuenta de una profunda reflexión e investigación, a través de recursos como la escultura, la performance y el audiovisual, muchas veces adoptando el formato de instalación, y son en forma permanente parte de la programación de galerías y museos de nuestra escena.
Asimismo, codirige Local Arte Contemporáneo, galería con pulso propio en Barrio Italia que, además, ha participado en ferias dentro y fuera del país.
Ahora, la Galería Gabriela Mistral, que dirige Florencia Loewenthal, le comisionó la curaduría de la exposición que marca un hito en la conmemoración de los 30 años de este espacio dependiente del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Se titula «Museo en campaña» y está lejos de ser una exhibición tradicional. Por cierto que el curador hizo una selección de obras del acervo que ha forjado la galería estatal de arte contemporáneo en tres décadas, pero ése es sólo uno de los elementos de su propuesta.
Su intención era desaparecer la Galería Gabriela Mistral, y ello requería una acción material con consecuencias físicas: convocó, entonces, al arquitecto Smiljan Radic, y juntos materializaron «Museo en campaña», impactante propuesta que se puede visitar en forma gratuita en Alameda 1381, hasta el 31 de octubre.
¿Por qué eligió valorizar el rol público de una galería que ha sido un actor fundamental para el desarrollo de las artes visuales chilenas haciéndola invisible? Radio Beethoven se lo preguntó a Javier González Pesce. Ésta es la entrevista.
«Me contactaron de la Galería Gabriela Mistral para desarrollar un proyecto que conmemorara los 30 años de existencia del espacio. Entonces, en principio, mi proyecto consideraba dos cosas; una era tratar de hacer desaparecer materialmente la galería, y la otra, que en ese espacio nuevo habilitado por la ausencia de la galería, montar una selección de obras que son parte de la colección de la galería, o de artistas que hayan trabajado con la galería, es decir, hacerla parecer a partir de su gestión como agente que trabaja directamente con contenidos y con artistas», comenta Javier González Pesce.
Reconoce que estuvo «bien entrampado» y que al principio pensaba que él mismo iba a solucionar la desaparición material. «Para eso, yo tenía que instalar una arquitectura que se ubicara justo entre el cuerpo del espectador y la sala de la galería. Quería que uno cruzara la puerta de la galería y no se encontrara físicamente en la sala que uno conoce, sino que este espacio estuviera transformado. Esa era mi primera idea, y ahí hice una invocación, una idea mental de una cueva. Y en ir rebanándome los sesos y viendo cómo iba a hacer para construir esta cueva, me di cuenta de que era es un desafío que me quedaba grande, y empecé a pensar en quién podría asumir este desafío. Apareció la idea de contactar a Smiljan Radic. Sonaba muy ambicioso, pero afortunadamente él reaccionó muy bien ante esta sugerencia, y se interesó en atender este problema: cómo escondemos una arquitectura, cómo la ocultamos por medio de la instalación de otra arquitectura», agrega.
¿Cómo fue ese proceso colaborativo de creación?
«Fue un proceso de trabajo bastante largo, y bastante interesante y gozoso. Smiljan terminó por definir que había que sacar el ventanal de la galería, y que esta cueva no fuera sólo una concavidad al interior de la sala, sino que también fuera una cosa que saliera hacia afuera. Entonces esta sala, este museo en campaña, este museo inflable no solamente sucede al interior de la galería, sino que también sale al espacio público y ahí lo podemos ver también como una intervención en la vereda de la Alameda. No solamente es un espacio al que uno ingresa, sino que un espacio que también se puede ver desde afuera».
Es un globo que me recuerda la instalación de Anish Kapoor en el Grand Palais de París, Leviathan, que visité en 2011, eran cuatro grandes globos rojos que se recorrían por dentro, pero sin objetos en su interior. El pabellón que hizo Smiljan Radic para la Serpentine en 2014 en Londres fue muy valorado. ¿Cuán interesante fue para usted trabajar con él? A mí me parece bonito que dos artistas piensen juntos una solución, pero también es una forma de colaboración propia de nuestros tiempos.
«Sí, estoy absolutamente de acuerdo. Fue un proceso de trabajo muy increíble, él fue muy generoso, muy abierto y también muy creativo. Estoy muy contento y muy satisfecho, tanto con el proceso de trabajo como con los resultados. Yo creo que Smiljan es un artista. O sea, es un arquitecto, pero en su hacer se diluyen un poco esos límites. Creo que muchas veces él hace cosas que se parecen mucho a la escultura, pero habilitadas para la habitabilidad. Bueno, así están las cosas hoy día. Los productores y los trabajadores del arte trabajan en el borde de las prácticas, y se diluye un poco qué es lo que somos y qué es lo que hacemos. Somos gente que trabaja a partir de procesos creativos, a partir de procesos de colaboración como es en este caso, generando propuestas que a veces se parecen más a lo que convencionalmente entendemos como escultura, a veces se parecen más a lo que entendemos como arquitectura, o incluso otros medios. Se producen situaciones creativas artísticas que habilitan y abren un espacio para vivir una experiencia nueva, y creo que eso es bonito. Nos entendimos bien, porque es un arquitecto que tiene mucha cultura, que tiene mucho de escultor y de artista en general».
¿Por qué su intención era hacer desaparecer a la Galería Gabriela Mistral? Era, justamente, para darle valor a lo que hace, al rol que ha tenido en estos 30 años en la gestión de las artes, a través de convocatorias, exposiciones y visibilización del arte actual?
«Sí. Para mí, es un espacio emblemático, y creo que en eso no hay mucha duda. Es un espacio que en sus 30 años ha tenido exposiciones muy importantes, ha trabajado con artistas que son muy relevantes en la escena local y ha generado exposiciones que son eventos para el medio de las artes visuales. Para mí es un orgullo y también es un placer trabajar con el equipo de la galería y poder revisar un poco su historia y hacer este trabajo que tiene por objeto conmemorar su historia. Pero había un relato: en 2011 se anunció la desaparición de la galería Gabriela Mistral. Si no me acuerdo mal, tiene que ver un poco con la aparición de Cerrillos, y que se iba a focalizar toda la inversión del ministerio en la priorización de este gran espacio. La galería estuvo próxima a cerrar, incluso se anunció que se venía su cierre inminente, y esa posibilidad de su desaparición generó una respuesta muy importante de los artistas, hizo que todos los artistas nos uniéramos y peleáramos porque no desapareciera. Se sintió el cariño por la galería. Voy a dar un ejemplo tonto, cuando un lápiz a pasta te deja de funcionar aparece el objeto lápiz; mientras está haciendo su tarea, no reparas en él, pero cuando de repente deja de funcionar el lápiz se vuelve muy importante. Eso me pasó a mi cuando vi que la galería iba a desaparecer. A los artistas les bajó la necesidad por la galería, incluso una nostalgia anticipada por la posibilidad de esta desaparición y yo creo que esa anécdota es importante. A todos nos bajó un amor también conmemorativo, recordamos su historia y la sentimos importante. Entonces ahora yo quería hacer una metáfora también de esta situación, que fue real, y en la cual yo percibí un respaldo muy importante del mundo de los artistas. Esta inminente desaparición yo quería traerla de vuelta, pero en este caso es una operación que es poética, y también material, porque ahora la galería está escondida detrás de este globo. Pero, sí, cuando las cosas desparecen tendemos a invocarlas, tienden a aparecer de otra manera, y eso a lo mejor es más emotivo que su presencia inminente».
Entiendo de lo que habla. Lo vivimos con el cierre de Radio Beethoven, en noviembre de 2019. La ciudadanía se manifestó porque resultaba inconcebible que dejara de existir, y finalmente la Universidad Católica adquirió una frecuencia, y le dio una nueva vida, en marzo de 2020, con el equipo original que hace su programación.
«La ausencia de las cosas genera una especie de mística. Hay tanto ritual en torno a la muerte, tanta congregación, tanto movimiento humano, tanta imaginería. Aunque la radio y la galería son cosas que no mueren así como podrían morir la personas, su ausencia también evoca, también nos moviliza y también nos hace unirnos y generar rituales. Entonces, yo consideraba que esta idea de desaparecer tenía algo potente».
Finalmente, el anuncio del cierre nos hace ver que las instituciones, más allá de su propiedad, pueden realmente cumplir un rol público. Las personas sienten que es algo suyo, que nos pertenece a todos, y su cierre es como que te lo quitaran. Hablemos ahora de la curadoría de Museo en campaña. Considerando las tremendas exposiciones que ha hecho la Galería Gabriela Mistral y las grandes obras de su acervo, ¿cuán complejo fue hacer una selección?
«Ése fue un proceso largo también, pero yo no diría que no tan complicado. En principio cuando yo no había estado dentro de la pieza arquitectónica que estaba desarrollando Smiljan, fantaseé mucho con esta idea, y empecé a pensar en líneas que me podían permitir hacer una selección de obras. Me aproximé de una manera muy sensible a la colección; entré a observarla por una cosa de interés personal también, y empecé a tratar de hacer línea argumentales que pudieran permitirme seleccionar algunas obras. Pero luego, cuando entré al globo, fue una cosa bien impactante. Este globo se ensambló en un galpón que arrendamos en Independencia y fue muy impresionante la sensación física de estar ahí adentro. Yo jamás me la podría haber imaginado con mucha precisión; meter todo mi cuerpo ahí. Antes, me imaginaba que sería algo parecido a cuando me meto la mano al bolsillo. Las arquitecturas tienen esquinas tan precisas, muros tan rectos, pero la arquitectura de Smiljan en general tiende a deshacer esas lógicas, es mucho más orgánica. Entonces yo ingresé a este espacio y me di cuenta de que no podía usar estructuras regulares tan racionales para hacer la selección de obras. Lo que yo más quería era que las obras se pudieran conectar en el espacio, permitirme que este espacio que Smiljan había producido me guiara, y así todo se volvió aun más sensible; tuve que empezar a ver cómo es que estas piezas se relacionaban sensiblemente en el espacio. Y todos mis planes y mis ideas fueron colapsando. Era algo que no había que controlarlo mentalmente, sino administrarlo de manera más bien sensible. Me refiero a la administración y elección de obra, dentro de este espacio».
En el fondo, a trabajar con la percepción, ¿no?
«Claro. Hay una cosa ahí, he visto que en redes sociales, en cuentas donde se ha publicado esta exposición, que hay gente a la que le molesta mucho no entender, dicen cosas como ‘no entiendo nada esta cuestión’. Hay un proceso que tiene partes racionales, pero también tiene partes muy sensibles, tiene partes intuitivas; es un proceso de trabajo que nos llevó a construir esta cuestión que construimos. Mi propia capacidad de lectura tan racional fracasa siempre, o sea, hay lecturas posibles, pero me parece fome abordar el trabajo desde ahí. Yo creo que ésta es una pieza que uno tiene que experimentar con el cuerpo, con la percepción. Tanto la selección de obras como el despliegue de este globo apuntan a eso, a tener una experiencia, más que a generar un producto intelectual que se entiende racionalmente. Creo que se parece muy poco a cosas que yo haya visto anteriormente, o a otras experiencias que yo he tenido, y ése me parece un logro. Me gustaría mucho que cuando hay alguien que acude a esto como espectador lo perciba de esa manera, sin la pretensión de tener muchas ideas ni de sacar conclusiones, sin ir ahí para pensar cosas muy acabadas, sino que ir a tener una experiencia. Una experiencia que es física».
Hace poco, el director y profesor Jaime Donoso dio una charla para el Club de Amigos de Radio Beethoven, que ahora está en YouTube, titulada «La música no significa nada». Explicaba que, frente a este arte abstracto, mucha gente intentaba entender qué significaba, pero que en el fondo es un lenguaje. Y una reflexión que salió en ese encuentro fue que finalmente tener una actitud abierta frente al arte, que nos habla de manera distinta a todos porque nos está hablando de nosotros mismos, nos hace más libres frente al fenómenos artístico. Que no debemos sentirnos amenazados, no debemos pensar que hay que ser sabios para entenderlo.
«Por supuesto. Estoy absolutamente de acuerdo. ¿Y sabes qué pasa? Yo creo que la cultura humana de alguna manera valora mucho la precisión, la lógica, las astucias a través del lenguaje hablado, y de repente el arte y la música, funcionan en otros códigos; en códigos que lamentablemente hemos dejado de usar. Creo que las habilidades que tienen los artistas o los músicos, la sensibilidad en general, es una cosa común a todos los seres humanos, pero pasa que el mundo no nos demanda tanto la sensibilidad, y empezamos a resolver y a vivir a partir de la lógica. Nos encontramos a partir de la lógica, conversamos y tenemos experiencias, y todo lo racionalizamos. Yo creo que ahí hay una resistencia, el arte nos habla en otros lenguajes y cuesta. Cuesta encontrarnos con estos lenguajes y permitirles que nos interpelen de otras maneras; tratamos de ir a resolver todos los problemas y todas las situaciones a través de la comprensión, y a veces la comprensión se queda corta nomás, no sabe dialogar con ciertas situaciones. Y yo creo que eso produce una especie de frustración, a veces, en las audiencias. Por eso, yo creo que hay que abrirse a tener más experiencias sensibles. Es una capacidad que también se ejercita».
En «Museo en Campaña», la arquitectura alternativa creada por Smiljan Radic, que es un cuerpo inflable y blando, un globo, se expande hacia la vereda. En su interior se despliega una serie de obras de la colección de la Galería Gabriela Mistral, que es quizás la más representativa del arte chileno de los últimos 30 años. La curaduría es de Javier González Pesce y su selección incluye obras de Rodrigo Araya, Magdalena Atria, Fabiola Burgos, Jorge Cabieses-Valdés, Patricia Domínguez, Nicolás Franco, María Karatntzi, Martín La Roche, Alejandro Leonhardt, Francisca Sánchez y Johanna Unzueta, entre otros.
Vi que han tenido bastante actividad incluso en pandemia con su proyecto Local Arte Contemporáneo. ¿Qué nos puede comentar?
«Es un espacio que ya tiene diez; empezamos en octubre de 2011. Es un proyecto que originalmente nació conmigo como director, pero de manera adjunta también estaban Pamela Piniza e Ignacio Murua. Al día e hoy, sigo dirigiendo el espacio con Ignacio y hemos hecho un montón de exposiciones. En principio yo lo concebía como un espacio de exhibiciones dependiente, en el sentido de que dependía de nuestras energías y de nuestras capacidades creativas y de convocatoria, pero hoy día lo siento como un espacio para los acontecimientos. Hay muchas actividades que hacemos ahí que están más allá de una exposición; hay muchos encuentros, conversaciones, experiencias. De hecho, el año pasado, en pandemia, nos encerramos a hacer actividades que no buscaban ningún resultado, es decir, nos encerramos en procesos artísticos con un grupo de artistas y fue muy fascinante, muy entretenido. Este año hemos retornado con algunas exposiciones, tuvimos una exposición de Fabiola Burgos, y ahora en octubre tenemos una exposición de José Calman».
Coordenadas
«Museo en Campaña». Galería Gabriela Mistral, Alameda 1381, 1 al 31 de octubre. Abierto de 10:00 a 18:00 horas, de lunes a jueves, y el sábado de 10:00 a 14:00 horas, con acceso liberado.
«Áspic», de José Calman. Local Arte Contemporáneo, Italia 1129. Reservas en local.arte.contemporaneo@gmail.com.
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