El Premio Nacional de Arte 2007 ha seguido trabajando en pandemia. Aquí nos habla de sus dos libros de autor que se están exhibiendo en una muestra virtual, y también de sus concepciones artísticas. Sus dibujos, explica, “no son representaciones de lo externo, sino más bien radiografías del interior, de la mente, del corazón, del alma”.
photo_cameraGuillermo Núñez. Foto: Museo de la Memoria.
A fines de enero pasado, cumplió 91 años de edad. Y sigue tan activo como siempre, trabajando en su taller en un nuevo proyecto, muy distinto al que lo precedió. Porque cada vez que parte con algo, se plantea un punto de inicio y un norte que son territorios inciertos para él. Así logra que cada proceso creativo sea original.
Guillermo Núñez Henríquez (1930) es un artista de referencia en nuestro país. Su abundante producción y sus aportes a la disciplina fueron reconocidos con el Premio Nacional de Arte 2007.
Ha trabajado largamente en grabado, gráfica, pintura, instalaciones y objetos, y además en el diseño de decenas de escenografías para el teatro, al que se consagró prolíficamente en la década del 50. Sus exposiciones han sido centenares, dentro y fuera del país.
Pero la carrera que ha construido Guillermo Núñez siempre ha sido un ejercicio creativo que piensa en los otros y que se funda en la certeza de que la cultura es un derecho. Así, fue uno de los organizadores de El Tren de la Cultura, en 1971. Ese mismo año asume como director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), y abre este solemne y académico espacio a las artes populares, a través de exposiciones como “Los grabadores de la Granja” y “Las Brigadas Muralistas”. Todo, mucho antes de que se acuñara el término «acceso cultural»
Cuando vuelve a Chile tras el exilio, en 1986, una de sus primeras acciones es editar mil serigrafías para financiar la casa de la cultura que llevaba años intentando fundar en La Victoria. Su quehacer es territorial: una y otra vez inventa acciones de arte que involucran a la comunidad. En 2005, por ejemplo, vende a $ 100 serigrafías de grandes dimensiones en Matucana 100 en 2005, y en 2019 a través de su exposición itinerante “Pintura a domicilio”, 14 obras suyas son cedidas en préstamo a pobladores de Peñalolén, para que las tengan en sus propias casas.
Asimismo, en 1997, remató en la comuna de El Bosque una gira de su exposición Alquimia, El arte en las calles, que había iniciado en la Galería Develin de Nueva York y que ya había exhibido en Ecuador, Colombia y el Museo de Bellas Artes en Santiago. Así, esas 20 serigrafías de gran formato las instaló en muros del paradero 29 de Gran Avenida.
Ahora, la Galería Guillermo Núñez de la Municipalidad de El Bosque exhibe en forma virtual dos de sus libros de autor: Quizás, aún tal vez (2017),y Dibujar con sangre en el ojo (2015). Vea más antecedentes de la muestra en Agenda.
Radio Beethoven conversó con este artista al respecto de esos trabajos, sus concepciones del arte y cómo ha estado en pandemia.
«Lo que se está exponiendo son los de los dos últimos libros que he escrito sobre el dibujo. Son dos libros de edición limitada, y hablan de una manera llamémosla poética sobre la visión mía sobre el dibujo, cómo encaro yo el dibujo, cómo lo veo», comenta.
Ambos volúmenes articulan dibujos y textos. «En cierto modo, los dibujos también son parte del lenguaje, o sea, hay que leerlos. Hay que leer los textos y hay que leer los dibujos. Esto quiere decir que no es una cosa que se haya ilustrado, sino que son dos textos, uno escrito, literario, y otro plástico. Me interesa mucho esa idea del dibujo como un lenguaje. Yo entiendo que es otro tipo de poesía, entonces el libro se tiene que leer tranquilamente, leyendo tanto el dibujo como el texto. Es curioso eso, pero yo lo he concebido así».
Sus reflexiones sobre el dibujo, usted podría plasmarlas en un tratado teórico, pero en vez de eso, elige producir un objeto al que cualquiera podría acceder, un libro. ¿Por qué le importa que estas concepciones suyas queden en un libro?
«Bueno, es que yo tengo una afición con el libro como objeto, que es casi supersticiosa. Son objetos que yo amo mucho, me encantan los libros, por la manera cómo se han hecho. Desde niño me gusta el libro bonito. Entonces comencé a hacer estos libros de objeto, y ya he hecho por lo menos unos 15 libros de este tipo. Algunos con textos míos, otros con textos de otros poetas, de Pablo Neruda, de Gonzalo Rojas, y otros que son más desconocidos. Me gusta que la gente pueda tener en sus manos un objeto bonito».
¿Cuán limitada es la edición de estos libros de autor que usted ha hecho?
«En el caso de Dibujar con sangre en el ojo, la edición original era de cinco ejemplares, nada más. Y después pude hacer yo una edición más popular; es posible hasta encontrarlo este libro. Se vendía en la Galería del Mono, cuando funcionaba el Mercado Franklin. Y ese libro, Dibujar con sangre en el ojo, también fue editado en España. Lo hizo una editorial muy artesanal y la edición quedó muy bonita, en una impresión digital muy fidedigna, que es bastante acertada con los colores, entonces se parecen mucho a la realidad. Como objetos, son bonitos de ver, y a mí me gusta eso, poder compartir este agrado que yo tengo por los libros. Incluso hay algunos libros que son el ejemplar único, nada más, pero otros son ediciones de hasta 12, 20 o 30 ejemplares. o un poco más. Pero no mucho más, porque imprimir un libro cuesta mucha plata y además el problema es cómo comercializas esas cosas, todo eso que a mí me desborda. Así que ahí quedarán como objetos curiosos, nada más».
La circulación es el talón de Aquiles en la creación artística; lo que sucede con sus libros de autor, sucede también en ámbitos como la música clásica, con los discos. Y a esto se suma la invisibilización de gran parte de la producción artística en los medios de comunicación, ¿no?
«La editorial española que mencionaba, por ejemplo, es de esas editoriales que son que muy artesanales y no tienen acceso a la crítica porque en España solamente son criticados los libros que son producidos por las mayores empresas que pertenecen a los diarios, entonces esos son los únicos que son criticados».
Y en el caso de sus libros de autor, ¿la crítica sería del lado de las artes visuales o de las literarias? Eso lo hace aun más incierto. Usted ve el texto y dibujo como dos lenguajes que están hablando de lo mismo, lo que sí funciona como un objeto, para apreciarlo, pero no necesariamente funciona en el mercado.
«Claro, en el mercado no creo que funcione para nada, porque incluso el primer libro que yo hice de esto lo inscribí en la biblioteca, y no sabían cómo catalogarlo (ríe). Ya los otros no están inscritos, están así nada más. Este libro podría tener una mayor difusión, si la crítica hablara de ello, si lo hicieran visible, ¿verdad? Porque en realidad la gente se va convenciendo si los convencen, ¿no? Necesitan de un poco de publicidad. Pero yo no me preocupo de eso, me basta con crearlo».
«En algunos dibujos, la mano trabaja sola, yo me dejo ir. Lo hago como un sismógrafo del interior de uno, y no como una cámara fotográfica»
Guillermo Núñez
Guillermo Núñez ha ejercido con una libertad ejemplar su oficio: el gobierno checoslovaco lo becó, a fines de los años 50, para estudiar en UMPRUM, la Alta Escuela de Artes Aplicadas de Praga. Sin embargo, a los dos años lo expulsaron por su trabajo abstracto; no correspondía con el ideal del realismo socialista.
La realidad social del ser humano ha cruzado toda la obra de Guillermo Núñez, con un especial énfasis en la violencia. Fue también maestro: profesor por una década de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Tras el Golpe de 1973, lo detienen y encarcelan dos veces, en una de ellas permanece con sus ojos vendados durante cinco meses en un subterráneo.
«Trabajo hace mucho tiempo con la gente de la comuna de El Bosque, y ahora querían hacer una exposición, y me pareció más interesante que se mostraran estos libros, que son los dos últimos libros que he escrito sobre el dibujo. La idea es que uno los vaya mirando y pasando hoja a hoja. Pero a veces parece que la gente no tiene paciencia, y lo hace bien rápido; no tienen paciencia para sentarse y amar un libro».
Me interesa los títulos de estos dos libros; son sugerentes. En el caso de Dibujar con sangre en el ojo, uno piensa que tiene que ver con la expresión de la obra del mundo interno del artista, y uno se imagina también que es un ejercicio de memoria. Y Quizás aún tal vez, da una sensación más nostálgica que esperanzadora. ¿La forma en que usted, como poeta, titula y ocupa las palabras, apunta hacia una desesperanza?
«Bueno, yo, lo que pasa es que cuando yo dibujo trato de entenderme yo mismo, o sea, trato de encontrarme de alguna manera, y esto de Dibujar con sangre en el ojo, se me ocurrió porque cuando está picado está con sangre en el ojo, ¿verdad? O sea, tiene una actitud así de crítica la cosa, y con ese espíritu partió el el libro. Y todos los otros libros están hechos también con ese mismo espíritu. O sea, definen una posición plástica y una posición política, en los dos casos. Hay otro que se llama El cielo como abismo, y es también bastante dramático, y otro que se llama Nada más que la vida, y que trata de los problemas de los poetas que se suicidan y las acciones destructivas de los seres humanos, los campos de concentración, las torturas, todo ese tipo de cosas. Los libros están tratando de ubicarme, o sea, de irme centrando. Me ayudan en el fondo porque han sido escritos a medida que voy dibujando. Van apareciendo todas esas ideas, y son como un diario de vida en el fondo, entonces esto se ha ido juntando y se transformó en un libro. Son cosas que yo escribí incluso en papeles cualquieras, pero ahí después se van armando».
En su obra, uno parece ver una representación o al menos la expresión de algún tipo de dolor, sin embargo cuando uno habla con usted, resulta que es de las personas más alegres y optimistas que he conocido en mi vida, hablar con usted es como tener la certeza de un futuro permanente. Este dolor que le menciono, ¿tiene que ver con la profundidad de las experiencias que uno vive y que lo han marcado?
«Claro, sí, es eso. Siempre van aflorando. De hecho, en algunos casos coloco ahí que la mano trabaja sola, porque en algunos dibujos yo me dejo ir, nada más, ¿sabes? A ver qué es lo que sale, y el primer sorprendido soy yo. Yo lo hago como un sismógrafo del interior de uno, y no como una cámara fotográfica. No son representaciones de lo externo, sino más bien radiografías del interior, de la mente, del corazón, del alma, o sea, son íntimos, en algunos casos bastante íntimos. Hay una cierta indecencia en mostrar esa intimidad, pero bueno, así parece que somos».
¿Cómo ha estado en la pandemia, ha podido seguir trabajando en su taller?
«Trabajo todos los días. Sí, dibujo. Lo que pasa es que como todos los días son iguales y no nos permiten salir, llevo más de un año sin poder salir. Claro, yo tengo espacio en mi casa, pero no deja de repercutir esa una monotonía. Porque todos los días son iguales, entonces eso produce un cierto cansancio. Aunque no haya ninguna cosa dramática, todos iguales te producen un cansancio. De todas manera, yo estoy bien. No tengo problemas, me cuido y tengo una vida sana».
¿En qué ha estado trabajando?
«Dibujo todos los días. Estoy trabajando en otras cosas ahora, en unos dibujos que son más bien casi caligrafía. Se llaman Una caligrafía del alma. El dibujo es más caligráfico, más lineal y más simple, en que el vacío es más importante. La hoja en blanco casi, es la atracción de la hoja en blanco. La atracción y el terror también ¿verdad?
Recuerdo que hace 15 años, o más, cuando lo entrevisté en el programa Arte-Facto, usted era un auditor increíblemente fiel de la Radio Beethoven, lo conversamos en esa entrevista. ¿Sigue escuchando la radio?
«Claro, ahí está todos los días. Está todo el día sonando la Radio Beethoven en mi taller. Así que estoy feliz con la Radio Beethoven que me acompaña y me ayuda, y sobre todo que están están más revolucionarios, están mostrado cosas que antes no se mostraban. Antes era un poco anquilosada. Ahora no, ahora incluso se escuchan cosas difíciles, que es muy bueno eso, es muy bueno saber que hay otra música aparte de los maravillosos Beethoven, Tchaikovsky y Mahler, que me encantan, por supuesto, pero me hace muy feliz descubrir a compositores que son más desconocidos. Entonces yo estoy feliz con eso. Sobre todo el programa de José Oplustil».
Se refiere al Opus 97.7, que va de dos a seis de la tarde?
«Sí. Encuentro fantástico que se hayan lanzado para que podamos conocer músicos que no teníamos idea que existían».
La artista chilena radicada en Nueva York exhibe hasta fines de abril en Centro de Arte Molino Machmar de Puerto Varas una selección de lo que fue su reciente exposición individual en el MAC Parque Forestal: Aquí, habla sobre ese trabajo en pintura, sus proceso creativos y sus concepciones sobre el ecosistema de las artes visuales:
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La artista chilena exhibe hasta el 10 de marzo su exposición "La piel de la incomodidad" en Mavi UC. "Cuando los migrantes cambian de lugar se transforman en personas invisibles", dice Paola Podestá, respecto de una problemática que aborda en su muestra. También invita a reflexionar sobre la salud mental y el extractivismo.
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La curadora profundiza en la riqueza de las obras en papel maché que se exhibirán en el Centro de Extensión de Alameda y en los alcances de la alianza con la Universidad Católica.
Por 13 años trabajó en las ruinas del monumental edificio, y ahora exhibe en ese mismo lugar parte de los libros de artista que elaboró entonces. "La memoria tiene un peso que nos cae encima a todos", dice.
La curadora de la muestra De Bastardismos y Apariciones explica la herencia de la disciplina en la Escuela de Arte UC: nomadismo, libertad creativa y trabajo colectivo.
Enrique Solanich analiza el aporte de esta figura basal del Neoplasticismo y la retrospectiva La infinita belleza de la geometría, que exhibe el Centro Cultural El Tranque.