El bajista y compositor actuará con su trío en el 1er Festival Fusión Chilena. El pionero del etnojazz entrega las claves de este género y habla de la relevancia que ha tenido Radio Beethoven en su vida.
El viñamarino Ernesto Holman (1950) es una de las figuras basales del jazz en Chile. Es, por cierto, un virtuoso instrumentista, capaz de subvertir el bajo eléctrico, dándole un rol melódico, más allá de su naturaleza rítmica. Pero también es un prolífico compositor que ha consolidado un lenguaje propio a través de una serie de proyectos artísticos y la colaboración con un sinnúmero de músicos de diversas raíces.
Ningún género le es ajeno. «No desecho nada. Desde tocar con una piedra y un tarro, hasta una sinfonía dodecafónica eterna. Amo toda la música», dirá en esta entrevista.
Su vida da cuenta de ellos. Tomemos como ejemplo dos décadas. En los años 70, Ernesto Holman conformó un trío de rock experimental con el compositor Alejandro Guarello y el baterista Sergio Tilo González, y también estudió con Cirilo Vila en la Universidad de Chile y compuso obras de cámara y electroacústicas. En los años 80 fue bajista de Congreso, colaboró con Jaco Pastorius en Nueva York, grabó su primer disco, Pájaro sobre las casas, y tocó con La Hebra, Nexus y el New Jazz Trío.
La lista de músicos chilenos con los cuales ha trabajado, y de formatos en los cuales ha experimentado, es extensa, nutrida y fértil. Sin embargo, hay un campo en el cual se destaca como pionero, y que representa hasta hoy el foco de su actividad artística: el etnojazz. Holman incorpora en esta fusión la tradición musical mapuche, a través de instrumentos como la trutruka, el kultrún y el trompe, y a través también del acervo rítmico de esta nación.
Un ejercicio al que se ha consagrado desde el año 2003 a través del Holman Trío, que conforma con el pianista Gustavo Cerqueiras y baterista Josué Villalobos. Su discografía juntos tiene peso propio: Ñamco, Al vuelo del Ñamco, Pela Cables, Mari Tripan- tu, Reversiones, Vivo en Brasil, De Raíz y Árbol. Y se suma Live at Lincoln Center, el registro justamente en vivo de su actuación del 2 de julio de 2019 en ese escenario neoyorquino, que lanzaron hace un mes y que se puede escuchar en Spotify.
El sábado 18 de diciembre, el Holman Trío actuará en el Teatro Caupolicán, en la primera versión del Festival Fusión Chilena, junto a otros conjuntos y solistas. Será a las 19:00 horas, con entradas desde $15.000.
En esta entrevista con Radio Beethoven, Ernesto Holman adelanta el repertorio que abordarán y analiza qué distingue a la fusión chilena. Igualmente, habla de qué lo motivó para abrir el camino del etnojazz y reconoce su estrecho vínculo con la música de tradición escrita y la relevancia que ha tenido Radio Beethoven para él.
Partamos por el 1er Festival Fusión Chilena. ¿Qué lo convoca a participar en este encuentro en el Teatro Caupolicán?
«Primero que todo, con los músicos que vamos a tocar en el festival somos amigos de mucho años. la fusión es un nicho musical que ya lleva muchos años en Chile, entonces se dio la posibilidad mediante mi amigo, Claudio Prietto Buratti, quien organiza todo esto en el Teatro Caupolicán y convocó a los amigos que se conocen más en el ambiente; el grupo Quilín, los Hermanos Lecaros, el grupo Kuarteto, Andrés Godoy, un guitarrista increíble que tiene un brazo nomás y es virtuoso con el brazo izquierdo y la mano izquierda. Se juntó un espectro amplio de lo que se llama fusión chilena, dentro de lo que hay distintos estilos de música. Hay más músicos, por supuesto, pero no cabían todos, desgraciadamente, por el tiempo».
Uno tiene una noción de lo que es el jazz fusión, pero ¿cuando se habla de fusión chilena implica que se incorporan más elementos?
«El término es un poco ambiguo porque es para decir música chilena. Yo hago diferencia entre música chilena y música hecha en Chile, porque yo puedo tocar música norteamericana de origen, de estilo americano gringo, pero es hecho en Chile, y según una ley por ahí dice que eso es música chilena porque está hecha en Chile. En este caso la fusión chilena sería un grupo de chilenos que hacen fusión. ¿Qué cosas hacen en la fusión? Cada uno tiene su estilo y cada uno sabe lo que hace y con qué lo fusiona. En el caso de mi grupo, Holman Trío, yo hago fusión con ritmos chilenos, por ejemplo, el choike purrun mapuche, y se improvisa sobre eso. Eso es etnojazz, un jazz que improviso sobre ritmos chilenos».
Entonces tendremos en el Caupolicán fusión hecha en Chile y fusión chilena, ¿no?
«Exactamente. En el caso de lo que hacemos nosotros, es fusión chilena, como música chilena. Desconozco todas las cosas que hacen los otros grupos, pero puede que lo hagan, pero se le dice fusión chilena porque está hecha por grupos chilenos dedicados a fusionar cosas. Cuando se habla de fusión se habla de música más estructurada, no es música popular. Es música con más estructura, con más elaboración, con más desarrollo. Y lo fusionas con distintos elementos, eso depende del estilo de cada grupo. Por ejemplo, fusionas un poco de jazz con un poco de rock, y a eso le llamas fusión. Es muy amplio, no es exacto».
Entonces tiene dos características fundamentales: que hay un desarrollo de los motivos y que reúne distintos géneros o estilos.
«Exacto».
Con su virtuosismo, usted podía haber tomado muchos caminos. ¿Por qué eligió éste en particular?
«En el caso mío, yo pasé por muchas cosas. Tal como todos, que pasamos por muchas cosas. Hace más de 20 años, yo tuve una experiencia mística muy profunda, que no la voy a contar aquí, en la cual estuve en contacto con los valores de la tierra, con los espíritus de la tierra chilena. Y me llamó la atención. Entonces empecé a entender que nosotros somos seres de la naturaleza. Por más que nos creamos casi electrónicos, nosotros somos de carne y hueso, y nos alimentamos de los productos de la tierra, de la naturaleza. Entonces hay una forma de existir en la cual tú reconoces los valores espirituales de la tierra y esos valores te quedan. Uno de ellos son los ritmos de la tierra, que son ritmos muy específicos. Por ejemplo, el ritmo de cueca es un ritmo de la tierra de aquí, no es que la trajo alguien de algún lugar (tararea). Ese ritmo es el ritmo sagrado de la tierra. Entonces yo lo ocupo y cuando lo toco me sintonizo con la tierra en la que yo estoy parado, es un sintonizador; yo me sintonizo y mis energías se transforman y se encadenan en otras. Me abren mundos. Eso me atrae a mí, me gusta, y según mis principios es lo que deberíamos hacer cada uno en las respectivas tierras en las que vivimos. Pero nosotros hemos ido copiando ritmos de otras tierras, por razones globalizantes, etcétera, que han transformando el mundo modas. El ritmo de nuestra tierra yo lo quiero promover no solamente por un chauvinismo, sino que porque me atrae, me gusta, me siento bien. Me produce felicidad tocarlo, y también a la gente que lo escucha».
Entiendo entonces el ritmo como un latir vital, y el sentido de la percusión y del rimo como un pulso vital, ¿no?
«Exactamente».
Como Holman Trío, que usted integra junto a Gustavo Cerqueiras en piano y Josué Villalobos en batería, ¿qué repertorio interpretarán en el Festival de Fusión Chilena? ¿Son todas obras que usted compuso?
«Yo soy el principal compositor, el proyecto es mío. Hay un tema que lo hicimos en conjunto entre los tres, que se llama Fiesta en la Ruca, y hay un tema que se llama Tierra Mía, de Gustavo, que es muy acuecado y muy bonito, y que me gusta tocarlo siempre. Los sumamos a los temas míos y hacemos la presentación».
Lo que interpretarán en el Teatro Caupolicán, no es material de un nuevo disco que están preparando, ¿no? Es el repertorio que ha decantado de lo que han hecho juntos hasta ahora?
«Claro, lo que pasa es que ya hay varios discos grabados ya, entonces uno hace un repertorio. Siempre uno tiene, primero que nada, algo que toca siempre, que siempre le gusta a la gente. Y luego uno hace una recolección desde los primeros discos hasta los últimos, y tiene que programar de acuerdo al tiempo que tenemos para tocar. Se hace una selección. Acabamos de lanzar, hace un mes atrás, un disco que fue grabado en Estados Unidos, que es el concierto que hicimos en julio de 2019 en el Lincoln Center de Nueva York. Lo lanzamos en redes sociales nomás; no está físicamente fabricado porque como no hay ni tiendas de discos, para qué vamos a fabricar discos todavía».
El pianista y productor Gustavo Cerqueira, el baterista Josué Villalobos y el bajista Ernesto Holman, en Nueva York.
Tuve la suerte de verlos, como Holman Trío, en marzo pasado, cuando dieron un concierto en la vitrina del Teatro Cariño, en Bellavista. Pero después de eso hubo nuevas restricciones sanitarias. ¿Cómo ha sido para usted el retorno a la presencialidad? ¿Representa el festival en el Teatro Caupolicán un reencuentro con el público?
«Mira, estuvimos la semana pasada en Matucana 100, le teloneamos a un guitarrista gringo, Scott Henderson. Tocamos tres temas, pero nuestra actuación fue increíble. Les gustó, gritaba la gente, estaban todos felices. Es que no solamente nosotros, sino la gente también está reencontrándose con todas estas cosas, y todos lo necesitamos. Esta actividad musical nos actualiza, y estamos recién reencontrándonos. Claro, con un poco de nervio, por supuesto, porque esto no es que uno agarre el instrumento y se ponga a tocar. Hay pérdidas de cosas, el contacto con la gente misma y la práctica de tocar en el escenario, que es como jugar fútbol o cualquier deporte, porque tú tienes un hábito y si te sales de ese hábito hay muchos detalles que se pierden en el tiempo. Por eso eran los nervios. Entonces yo me acordaba de respirar mientras uno está tocando. de concentrarse; estaba nervioso por si las había perdido, porque uno no sabe. No fue así, todo ese mundo vuelve a uno, lo tiene incorporado, solamente hay que activarlo y vivir el momento. Es rico tocar con la gente, es maravilloso. Y el músico es para eso, no puede tocar solo. O sea, uno puede ser músico, pero otra cosa es ser artista; un artista se debe a un público. Ahora yo podría ser solamente músico y tocar en mi casa, para mí, que me gusta la música nomás, y punto. Pero no es el caso, somos artistas. Tenemos un deber con la gente, con el público».
En el Teatro Cariño, después de su concierto, le pregunté si usted había hecho variaciones sobre un tema de Víctor Jara, y me dijo que no eran variaciones. ¿Nos puede explicar cómo trabaja, no solo con los ritmos propios de nuestro territorio, sino también con el repertorio preexistente, qué es lo que hace como compositor?
«Claro. Mira, lo que pasa es lo siguiente. Aquí hay una experiencia del entorno, de lo que es la cultura de un país, que por ejemplo Violeta Parra, Víctor Jara son baluartes. Están ahí, son parte de mi vida, los he escuchado, he tocado temas en guitarra, todas esas cosas están ahí. Entonces de repente uno está componiendo y tiene una inspiración y le sale una frase, y se da cuenta de que evocó a alguien. A Víctor Jara en este caso, porque en Te recuerdo Amanda hay una frase en guitarra que yo no hago lo mismo, pero se parece, es como el estilo, y por eso le puse Un homenaje a Víctor Jara, porque me evocó Víctor Jara. Pero no es que yo ande buscando canciones y tratando de hacer eso. Bueno… igual yo tengo en un disco más antiguo una versión de La Jardinera de Violeta Parra para bajo solo eléctrico, eso también lo puedo hacer, adaptar a mi estilo un tema como el de Violeta Parra. Pero este de Víctor Jara fue en el último disco, Árbol, que lo incluí. No es que yo esté resucitando todo el tiempo. Ahora, nunca es malo un homenaje a los baluartes del patrimonio cultural chileno».
O sea, no siempre es un ejercicio de relectura, sino que a veces sólo es una evocación. La propia música ya está adentro suyo y aparece; aparece como una frase.
«Exactamente. Bueno, ésa es la cultura de un país. Por eso un país es pobre si no tiene cultura. Al menos nosotros tenemos baluartes, como Violeta Parra, que es tremendo el aporte que hizo a la música chilena. Si no fuera por ella, quizás en qué estaríamos. Hay que estar siempre recordándolos, rememorándolos y respetándolos Y esto es una forma de hacerlo».
Un momento de la actuación de julio de 2019 del Holman Trío en el Lincoln Center.
Quisiera también preguntarle por su vínculo con la música clásica, en su formación, pero también en lo que escucha.
«Muy bien. Yo soy licenciado en composición docta en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en el conservatorio. Me titulé ahí, entonces estudié música docta por años. No, si yo soy estudioso (ríe). He estudiado mucha música. Hay mucha gente que me dice que se me nota en mis composiciones la escuela clásica. La tengo. Lo que pasa es que cuando uno estudia en un conservatorio tiene una forma de estructurar y de buscar los equilibrios estéticos. Yo entiendo, por ejemplo, que si usé esta frase aquí ahora yo no la puedo repetir acá, pero sí la puedo repetir allá, cosas que son formales, pero que se hacen auténticas en ti. Se transforman en tu lenguaje. Tengo esa formación académica que es maravillosa. Yo amo toda la música, yo no tengo discos solamente de fusión, aunque eso sea lo que haga. Yo aquí tengo discos de Wagner y de Beethoven, lo admiro como a Víctor Jara, es lo mismo. La música docta es un rango de la música, va desde lo más elemental hasta lo más desarrollado y evolucionado, y me gusta todo. No desecho nada. Desde tocar con una piedra y un tarro, hasta una sinfonía dodecafónica eterna. Me gusta todo el ámbito de la música».
¿Eso significa que usted ha escuchado la Radio Beethoven a través de su vida?
«Obvio. Ahora es más fácil que cuando yo era más joven. Soy viñamarino, y allá en Viña no teníamos una radio que transmitiera todo el día música docta, yo no le digo clásica, porque la palabra clásica corresponde a un estilo de una época de la historia de la música. De niño, me acuerdo, cuando venía a Santiago, apenas llegaba lo único que quería escuchar era la Radio Beethoven, porque la radio no llegaba a Viña. En Viña yo quería escuchar música y no tenía cómo. No era todavía la época popular del cassette, que cuando salió uno lo que pillaba lo copiaba y lo andaba escuchando. En esos años era un privilegio escuchar la Radio Beethoven, y siempre ha sido un aporte tremendo a la cultura chilena. Y tocan a los compositores chilenos, siempre estuvieron preocupados de eso. Incluso a mí me han entrevistado, años atrás, en la Radio Beethoven por lo que yo hago ahora. Así que mi gran respeto a la Radio Beethoven. Entiendo que ahora es de la Católica, ¿no?
Sí, desde el año pasado.
«Qué bueno. Aparte, porque le tengo cariño a la Universidad Católica; estudié Pedagogía en Música en la Católica de Valparaíso, y estudié violonchelo en la Católica de Santiago. Mi contacto con la música docta es bien amplio. La música popular también, la tengo de la radio, del guitarreo, de las fogatas. Todo. Amo toda la música».
¿Qué les diría a los auditores de Radio Beethoven, a modo de invitación para que vayan al 1er Festival Fusión Chilena en el Teatro Caupolicán?
«Yo sé que los amigos de la Radio Beethoven escuchan lo que se llama música clásica, que es un concepto medio mañoso. La música clásica, para llegar a ser lo que es, requiere mucho estudio y evolución musical, pero hay etapas intermedias de no tanto desarrollo en las que el músico quiere desarrollar algunos aspectos populares. Así, el jazz influyó en toda la cultura occidental moderna. Y la fusión, que es lo que vamos a escuchar en el Caupolicán, tiene que ver con eso, con los elementos que aporta la música popular, como la batería, el bajo eléctrico, la guitarra, en tratar de sublimar y desarrollar. Entonces queda ahí como una mezcla entre la música popular, el jazz y también con música docta. Esa es la fusión, esas cosas se fusionan, entonces es un grado más elaborado de música, no es música popular por música popular, sino que tiene un grado más de elaboración. Hay trabajo. Entonces es una etapa intermedia entre lo muy elaborado y lo más elaborado, esa es un poco la fusión. Pero es un espíritu de la época, es lo que se hace ahora; es llevar lo popular a lo máximo, a un lenguaje más desarrollado. Con eso se van a encontrar el 18 de diciembre, con la gente que quiere hacer más cosas de lo simple, porque a partir de lo simple, muchas cosas se elaboran».
Además, que son varios exponentes, cada un con su propio lenguaje, ¿no?
«Exacto. Hay seriedad en eso, hay una búsqueda de encontrar caminos propios, de lenguajes propios. En la música docta en general, no siempre, está el compositor que crea la obra en el papel y otros que la tocan. Acá los mismos que crean la obra la tocan al mismo tiempo (ríe). Ése es el concepto en la música fusión; está la idea de crear y tocar lo que uno crea al mismo tiempo».
Bueno, la música de fusión parece ser una experiencia recomendable para cualquier persona que tenga curiosidad musical, sea auditor o intérprete.
«Claro. Porque tú dices, por ejemplo, ‘tengo la guitarra, soy un guitarrista, ¿qué hago con la guitarra?’. Entonces tienes posibilidades de tocar canciones, y empiezas a sacar las canciones de moda. Y te dicen ‘¿por qué no estudias guitarra clásica?’. Y tú dices, ‘pero es que de repente me gusta inventar temas míos’. Pero no es que quieras tanto hacer canciones populares, sino que quieres jugar, improvisar con la guitara. Y así nace la fusión. Es un plano intermedio entre lo popular y lo muy docto, que tiene un poco de docto y también tiene un poco de popular, de espíritu popular, de no tener la academia en lo que tú haces. Tienes el impulso pero tratas de hacer más cosas con más elaboración. Ésa es la fusión, con esos conceptos te vas a encontrar en un concierto de fusión».
1er Festival Fusión Chilena. Sábado 18 de diciembre. 19:00 horas. Teatro Caupolicán (San Diego 850). Actuarán Holman Trio, Hermanos Lecaros, Kuarteto (Jorge Campos, Felipe Riveros, Pedro Greene, Juan Coderch), Andrés Godoy y Quilín. Se rendirá homenaje a Cristián Cuturrufo, figura fundamental de la trompeta y el jazz chileno. Entradas por $15.000 – $25.000 a través de Punticket y en Kmuzzik Providencia 2169, local 99. El aforo es limitado y el ingreso es con pase de movilidad.
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