Como una forma de acercar el teatro a todos los públicos y descentralizar la oferta artística, particularmente en la Región Metropolitana, en el año 2014 nace Carro Nómade, una “sala de teatro sobre ruedas” implementada con todo lo necesario para presentar un espectáculo. Con capacidad para 40-45 espectadores, el carro de arrastre cuenta con graderías, boletería, escenario, telón y equipos de sonido e iluminación. “No sólo se trata de llevar una obra de teatro a otro lugar, sino de otorgar la posibilidad –a cualquier persona– de vivir en su totalidad la experiencia teatral”, explica su director, Juan Cabrera.

Tras recorrer distintas localidades, colegios y festivales de Santiago –incluso han sido parte de Lollapallooza –, la aventura itinerante de Carro Nómade llega a la explanada del Centro Cultural Matucana 100, epara estrenar su más reciente creación, El monólogo de un árbol. Funciones desde el 25 de noviembre hasta el 16 de diciembre, a las 17 horas de sábado y domingo, y a las 12 y 17 horas el 16 de diciembre, en Matucana 100, con el sistema Paga lo que puedes, $6.000, $4.000 o $3.000.

“Buscamos aportar a la creación de nuevas audiencias, la democratización en torno al acceso a la cultura y la generación de pensamiento crítico en los espectadores, a través de un formato atractivo, cercano e íntimo que interviene el cotidiano de las personas con alegría y contenido”, agrega.

En este montaje, la compañía presenta una lúdica comedia familiar en formato de unipersonal, que busca despertar la consciencia sobre el cuidado del medioambiente. “Los niveles de contaminación, extracción y, sobre todo, de temperatura han llegado a puntos críticos. La crisis climática ya nos alcanzó. Desde ahí la obra profundiza en la manera que los seres humanos se relacionan con la naturaleza, específicamente, con los árboles, entregando luces sobre su importancia para nuestra especie, cómo son ellos los que nos permiten habitar este planeta”, continúa.

El monólogo de un árbol muestra al barrendero de un teatro sobre ruedas, que tiene sólo tres días para crear una nueva obra que lleve ese nombre, o será despedido. Sin saber qué decidir, opta por pedir al público que le ayude a escoger entre sus mejores personajes: una araucaria rapera que defiende el futuro de la Tierra, un sauce llorón que no puede dejar de sollozar por los árboles caídos y un pino de navidad extremadamente feliz. Cansado de probar personajes, cae en un sueño profundo y revelador, donde los árboles de un bosque onírico le entregan un mensaje que lo ayudará a resolver su problema.

“Desde su simpleza e interacción, la obra busca generar conciencia medioambiental y de la diversidad de especies., quiere brindar un espacio de reflexión para niñas y niños donde ellos comprendan la sinergia que existe entre los árboles, la naturaleza y los seres humanos. En palabras más poéticas podríamos decir que la obra invita a los niños y niñas a abrazar a los árboles como si fueran su familia o una extensión de ellos mismos para poder vivir en este planeta”, concluye.