Paolo Bortolameolli: "La historia se hace sin pedir permiso"
enero 10, 2023
El director revela las profundas y simbólicas motivaciones para estrenar en Chile la Octava Sinfonía de Mahler, de la emoción de trabajar con más de 500 músicos y de cómo busca hacer justicia a los pioneros que hicieron posible que hoy existan la Orquesta Sinfónica Juvenil y la FOJI: Jorge Peña Hen y Fernando Rosas.
Será un hito artístico. No sólo es la aventura musical más ambiciosa del último tiempo, sino que tiene un profundo significado y un impacto que marcará a varias generaciones.
La hazaña de estrenar en nuestro país la Octava Sinfonía de Gustav Mahler ha implicado seis meses de trabajo por parte de más de 500 músicos y también complejas tareas logísticas. Ha implicado voluntad y dedicación: cantarán 80 niños y más de diez coros, algunos de regiones. Participarán 130 instrumentistas y ocho solistas vocales.
Serán dos conciertos, en el Teatro Caupolicán, el 13 y el 14 de enero. El acceso es liberado, con descarga de tickets aquí. Si bien cuando fueron liberadas las entradas, el jueves 5 de enero, se agotaron en 30 minutos, la FOJI anunció que habría una segunda liberación de butacas, a las 12 horas del miércoles 11 de enero, en el mismo link de Punto Ticket.
A la cabeza de este proyecto que celebrará los 30 años de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil hay dos músicos chilenos que son líderes indiscutidos: el director Paolo Bortolameolli (1982) y el compositor Miguel Farías (1983). Ambos se vinculan al Instituto de Música de la Universidad Católica: el primero se licenció allí como pianista, antes de especializarse como director. El segundo, es profesor allí.
Miguel Farías fue elegido en marzo pasado como director ejecutivo de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI) y convocó a Paolo Bortolameolli, quien es director asociado de la Filarmónica de Los Angeles en Estados Unidos, para que asumiera como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, agrupación que reúne a los mejores intérpretes del país de entre 18 y 24 años de edad.
Juntos trazaron nuevos y espectaculares planes para la Sinfónica Nacional Juvenil, que acaba de cumplir 30 años (ver nota previa aquí). Uno de ellos fue dejar una huella en la historia de la música nacional haciéndose cargo de la primera audición en Chile de la Octava Sinfonía de Mahler, una partitura que exige un enorme volumen de cantantes e instrumentistas.
A horas de este acontecimiento, Radio Beethoven ha conversado al respecto con Paolo Bortolameolli, quien es también principal director invitado del Teatro Municipal de Santiago y miembro de la Academia Chilena de Bellas Artes.
¿Cómo se siente a tan pocos días del estreno de la Octava Sinfonía de Mahler?
«Son muchas sensaciones mezcladas. Por una parte hay una emoción muy grande, no solamente mía, sino de todos los que participamos; por otra parte, lo típico cuando uno está inmerso en una gran cantidad de ensayos, que es como estar pensando todo el día ‘hoy día se trabaja esto’, ‘mañana tenemos que arreglar esto otro’. Además, en este caso son muchos ensayos paralelos, ensayos de la orquesta, ensayos del coro, ensayos de los solistas, después en conjunto, y después adaptarnos al nuevo espacio del concierto, que será el Caupolicán. Hay una gran cantidad de variedad de cosas que hacer y eso te mantiene con una tensión que es rica, pero que igual es una tensión permanente por estar muy atento a todo lo que está pasando. Son muchos sentimientos juntos, pero yo creo que lo que predomina y es lo que se está sintiendo mucho en la gente que está participando es la expectación; todos tenemos unas ganas enormes de mostrarle esto al público, estamos disfrutando los ensayos. Es una obra enorme en todos los sentidos imaginables, pero la verdad es que al mismo tiempo eso la hace tan única que el vivir la experiencia es algo que estamos atesorando; cada minuto de ensayo es realmente especial».
¿Cuánto tiempo llevan ya trabajando los distintos elencos, los coros con cada uno de sus directores, por ejemplo?
«Los directores de coro comenzaron a ensayar con sus respectivos coros a finales de julio, o sea, en agosto ya estaban de cabeza estudiando la sinfonía. En agosto yo tuve una primera lectura con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil para que conocieran la obra. Después, por supuesto, ellos siguieron trabajando el repertorio del año, y yo retomé el trabajo con ellos recién a finales de noviembre, principios de diciembre. Por otra parte, los solistas llevan también cuatro meses más o menos trabajando en su parte y ahora están trabajando con Jorge Hevia, quien es una verdadera institución en Chile en cuanto a la preparación de cantantes con toda su experiencia extraordinaria trabajando en el Teatro Municipal de Santiago. Los niños también comenzaron a trabajar su parte por ahí por agosto, así que pienso que llevamos ya seis meses trabajando esto. Ahora, por supuesto, todo se ha ido acelerando en el último tiempo, algo que estaba planificado, porque en septiembre empezaron los encuentros corales, y yo me sumé a los últimos encuentros corales. En diciembre tuvimos bastantes ensayos de todos los coros, pero el lunes nos vimos las caras todos juntos, en el histórico primer ensayo de todas las fuerzas reunidas de la Octava Sinfonía de Mahler»
¿Cuántos niños se calcula que participarán como coreutas?¿Y cuántos son los demás músicos?
«Los niños son 80 y los coros adultos son aproximadamente de 150 cada uno. No tengo la cifra exacta de la orquesta, pero será de unos 120 o 130 músicos».
En esta ocasión es bien interesante que a la Sinfónica Nacional Juvenil, de la cual usted es director titular, se integran miembros de generaciones anteriores de ese elenco. ¿Cómo ha sido para los jóvenes reencontrarse de alguna manera con sus antecesores, trabajar con personas que hoy son músicos profesionales y que estuvieron hace mucho tiempo en la orquesta?
«El espíritu de la convocatoria siempre fue que ésta iba a ser una edición especial de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, cosa que hay personas que no han entendido del todo bien. Toca toda la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil actual, o sea, no hay ningún músico de la orquesta actual que no esté tocando, y estos invitados siempre estuvieron considerados como un reencuentro, tal como dices tú. Un reencuentro con su atril, el cruce de generaciones, el compartir un poco experiencias de 30 años, pero siempre pensado en que era una orquesta así. O sea no es una orquesta más refuerzos, sino que es una gran orquesta, Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil 30 años, ése es como el espíritu. Por razones de calendario y de permisos no hemos podido contar con músicos de todas las generaciones, como hubiésemos querido, pero sí hay muchos representantes de muchas generaciones que están aquí con nosotros, felices realmente del proceso. Estos miembros históricos de la orquesta ya se sumaron a los ensayos y han sido súper lindos. En la cuerda, por ejemplo, todos los atriles son compartidos, o sea, en cada atril hay un actual y un histórico. En la madera están casi todas las fuerzas reforzadas, en los cornos por ejemplo, tenemos al maestrísimo Edward Brown, que es instructor de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, tocando el octavo corno, y está Sebastián Rojas, de la Orquesta de Cámara, tocando en el primer corno, y así, Muchas personas que nosotros conocemos de otras orquestas sinfónicas de Chile están participando en esta edición especial de la Juvenil, porque al final de cuenta lo que queremos hacer es celebrar a este semillero extraordinario de músicos chilenos que es finalmente el espacio donde se forman las orquestas también profesionales. No hay ninguna orquesta profesional en Chile que no cuente en sus filas con varios exmiembros de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, ése es un hecho. Tanto en la Filarmónica, en la Sinfónica, en la Sinfónica de Concepción, en la Orquesta de Cámara de Chile, en la Usach, en cualquier orquesta que uno piense hay exmiembros de la Juvenil, entonces era el momento de agradecerle a la Juvenil lo que significa para nuestra historia musical chilena».
Integrar a miembros históricos de la Sinfónica Nacional Juvenil es una manera tan nítida de celebrar lo que este elenco representa; es algo que se va a poder ver y escuchar. Veremos a las distintas generaciones mezcladas, vamos a reconocer los rostros, y eso es impresionante.
«Es muy bonito y es muy emotivo que sea con un reto tan titánico, porque de alguna manera tiene más que ver con lo titánico que es el espíritu mismo de la Sinfónica Nacional Juvenil y de la FOJI, que realmente es una empresa enorme, es sacar adelante la cultura musical de un país, es haber hecho cambios significativos en 30 años. Por eso es que la Octava de Mahler era la obra que teníamos que hacer. Hemos tratado de contagiar a la gente con ese espíritu, es la Octava de Mahler porque es el reflejo de este esfuerzo mancomunado de 30 años de los visionarios, de Jorge Peña Hen, de Fernando Rosas, de cada uno de los directores ejecutivos que han pasado y por supuesto de todos los instructores y los músicos. O sea, de todo lo que se ha hecho en este tiempo. Era el momento de ponerle foco a esta orquesta emblemática y decir ‘de esto somos capaces y de aquí al cielo'».
La Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil fue fundada en 1992 por Fernando Rosas (1931-2007), retomando el proyecto que había soñado Jorge Peña Hen (1928-1973), el célebre fundador de la primera orquesta infantojuvenil de Latinoamérica, en 1964, y cuyo trabajo quedó en pausa cuando fue asesinado por la Caravana de la Muerte. En 2001, Rosas creó la FOJI.
Se ha rumoreado que iba a actuar una Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil reforzada, es decir, que no todos los integrantes actuales tocarían, sino que serían reemplazados. Para justamente integrar a varias generaciones, y por su significado simbólico es que se elige hacer la Octava Sinfonía de Mahler, ¿no?Porque finalmente los rumores son tergiversaciones.
«Absolutamente. Lamentablemente ha sido tergiversado, ha sido malentendido, y ha habido personas que han tratado de agarrarse de eso para no estar tan a favor de lo que estamos haciendo. Sin embargo, éste es un espíritu de celebración enorme. Tal como tú lo acabas de decir, no es el capricho de Mahler 8, sino que es el símbolo que tiene detrás, que hace que se ponga foco en lo que realmente estamos celebrando y a quiénes estamos celebrando».
Junto a la gran orquesta integrada por la actual Sinfónica Nacional Juvenil y generaciones anteriores del elenco, participarán los coros Usach, de la Coro Facultad de Química de la Universidad de Chile, de la Escuela de Ingeniería UC, Singkreis Arturo Junge, Universidad de Concepción, Polifónico de Rancagua, de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Valparaíso, FOJI, de niños y niñas de la FOJI, Alumni UC y del Liceo Carmela Silva Donoso.
Los solistas vocales serán las sopranos Andrea Aguilar, Constanza Olguín y Camila Guggiana, las contraltos Evelyn Ramírez y María Luisa Merino, el tenor Juan Pablo Dupré, el barítono Ramiro Maturana barítono y el bajo Sergio Gallardo.
¿Cómo es para usted volver al Teatro Caupolicán, considerando que allí se hizo finalmente La Consagración de la Primavera para el centenario de la obra de Stravinsky, en 2013? Ése iba a ser su debut en el Teatro Municipal, pero hubo un incendio y se tuvo que hacer en el Caupolicán, lo que implicó que pudo asistir mucho más público (ver aquí nota de 2013).
«En su momento eso fue súper bonito, el hecho de que el Caupolicán pudiese alojar a tanto público en unas circunstancias complejas, porque el Teatro Municipal estaba cerrado por el incendio, y con este programa que además festejaba una obra extraordinaria que es La Consagración de la Primavera. Además, era mi primer gran concierto en Chile ante una orquesta profesional que era la Filarmónica de Santiago, de la cual después yo pasé a ser el principal director invitado… Fue un concierto muy significativo en muchos sentidos y terminó siendo bastante memorable por la forma en que la gente reaccionó al evento, la energía, la cantidad de gente, la transversalidad de ese escenario, la posibilidad de estar festejando muchas cosas. Se estaba festejando la comunión de toda esa gente reunida a ver a una orquesta sinfónica y levantar el espíritu también del Teatro Municipal que estaba damnificado. Fue muy bonito, hubo una energía realmente muy especial, que yo por supuesto que nunca más olvidé. Entonces, que yo pueda volver al Caupolicán para hacer algo bastante similar en el sentido de los hitos, es fuerte y es muy bonito, porque nunca más volví a pisar el Caupolicán, y ahora va a ser para estrenar esta sinfonía que además lleva tantos años esperando ser estrenada en Chile».
¿Qué lugar ocupa en la producción de Mahler y en el repertorio universal su Octava Sinfonía? Las razones de que no se haya estrenado en nuestro país, tiene que ver sólo con lo práctico?
«El lugar que ocupa es una consecuencia bastante natural en el discurso narrativo de Mahler, que va desde la Primera hasta la Décima. Pasa que uno, como oyente, no la escucha tanto porque tiene este halo de no tocada o intocable, y por alguna razón uno le hace el quite. Incluso yo mismo, melómano y mahleriano fanático, debo reconocer que por muchos años fue la sinfonía que menos escuchaba, a lo mejor influenciado por pensar que la Octava era algo como imposible, que nunca la iba a ver en vivo, porque era como ver al cometa Halley. Pero, en realidad, cuando te metes en ella te das cuenta de que sigue siendo tremendamente mahleriana, con rasgos no solamente musicales, sino que con conceptos de la búsqueda existencialista que es tan propia de Mahler, pero desde una visión muchísimo más optimista que en otras sinfonías. Es un canto maravilloso a la virtud, al amor, a la unidad a través del amor como energía unificadora, pero también creadora. Al final todo está en este texto en latín, tiene que ver con la última escena del Fausto de Goethe, o sea, hay toda una cosa muy profunda. Uno se da cuenta de que está tomando otro ángulo para abordar sus propias preocupaciones como humano y como músico. No es una sinfonía que se aleje de su producción, al contrario, tiene muchísimas cosas que están anticipando temáticas musicales o giros, armonías que va a ocupar en La Canción de la Tierra, y que va a ocupar, por cierto, en la Novena, así como cosas que ya has escuchado en otras sinfonías. Es absolutamente parte del relato. La razón por la que no se hace obedece sobre todo a que logísticamente es una obra muy compleja, se requieren demasiadas cosas. Ya el hecho de que sean dos coros, más un coro de niños, más una orquesta numerosa. El sobretítulo de la ‘Sinfonía de los Mil’ a Mahler nunca le gustó, ése fue un sobrenombre que acuñó el empresario que organizó el estreno para que la gente fuera a ver el espectáculo».
Fue un mero criterio de marketing.
«Claro, un criterio de marketing. Porque en realidad, y esto lo he tratado de puntualizar mucho en los ensayos, es una sinfonía mucho más noble, más amorosa, más tierna que estridente. No es la Quinta, la Sexta, la Séptima, que son obras extraordinarias, pero que son mucho más brillantes, mucho más punzantes. La Octava no. Parece una paradoja, pero la Octava es muchísimo más íntima, a pesar de que estamos hablando de una obra gigante, de una cantidad tremenda de gente. Una de las cosas que la hace complicada es que tiene una profundidad musical que no se construye desde la parafernalia de la cantidad de gente. Por esta idea marketera, la gente piensa que es la sinfonía más grande escrita, que no cabe en ningún teatro, y etcétera, y claro, es cierto, pero eso obedece a razones musicales mucho más profundos. Mahler lo que estaba buscando no era un show, estaba buscando decir algo de una forma que desde la estructura no era la más sencilla, porque convocar a tres coros, ocho solistas y una tremenda orquesta no vamos a decir que es un formato muy replicable, pero realmente hay mucha honestidad detrás de eso. No es porque sí nomás».
Usted ya ha dirigido muchas sinfonías de Mahler en su carrera. Entiendo que después de la Octava le faltarían solamente dos para haberlas hecho todas, y que las tiene programadas, es decir que en 2024 ya habrá hecho el ciclo Mahler, ¿no?
«(Ríe). Sí. En 2024 se supone que voy a terminar de completar el ciclo, porque me va quedando después la Décima, que la hago en Buenos Aires este año y luego la Novena, que la hago en la Filarmónica a finales de este año y ahí me quedaría solamente la Sexta, que la tengo programada para el próximo año».
¿Le gustaría invitar a los auditores de Radio Beethoven a estos conciertos en el Teatro Caupolicán?
«Sí. Primero que todo, quisiera invitarlos a este evento histórico. Me importan que la gente sepa que también ellos son parte de este hito, el estar presente en el estreno de esta obra, pero sobre todo en la celebración de los 30 años de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, que es algo para recordar toda la vida. No se lo pueden perder».
Entiendo que toda la preparación de la Octava Sinfonía de Mahler está siendo registrada en un documental que coproduce el periodista Gonzalo Saavedra, profesor de la Escuela de Periodismo UC y productor del programa de Radio Beethoven La Música que cambió mi vida. ¿Cómo ha sido esa experiencia para usted?
«Ha sido maravilloso lo del documental porque están capturando la esencia de la gesta, con todos sus pros y sus contra, con todas las dificultades, con las satisfacciones y con las frustraciones. Con todo lo que ha pasado durante estos seis meses, con la preparación de los coros que vienen de fuera de Santiago, que se nos cae un coro, que de repente hay un solista que ya no viene… Con todo lo que realmente significa montar algo así de grande, y bastante a pulso, porque nadie lo ha hecho antes. Por lo menos en nuestra historia local, estamos haciendo historia. Porque una cosa son los conciertos, que obviamente son importantes, el día en que suene la primera nota se estará estrenando la Octava Sinfonía de Mahler y desde un punto de vista netamente musical se cumple un hito importante, pero lo que realmente está ocurriendo hace seis mese acá es una trasformación enorme en muchas personas. Solamente con ver a los niños, que son los que saben su parte de memoria y que van a cantar sin partitura, en latín y en alemán. O el hecho de ver coros de distintas partes de Santiago o los que vienen de Rancagua o de Concepción, a los ensayos cuando hay encuentros corales, la gente que ha estado seis meses preparándose, preparándose, preparándose, y que lo ha hecho con pasión, aprendiéndose esta obra que, además, es difícil. Y después, ver el compromiso de tantos músicos que quieren participar… porque hay gente que viene a los ensayos y saben que no van a poder tocar porque ese día deben tocar con su orquesta y no pueden participar en el concierto, pero igual vienen a los ensayos. Es tan bonito lo que ha pasado durante seis meses, tan bonito, que realmente podemos decir ‘la Octava de Mahler realmente fue un hito y una experiencia transformadora a nivel musical chileno’. Porque ya lo fue».
En una entrevista que quien firma esta nota hizo a Paolo Bortolameolli en 2018, él declaraba «No quiero ser solo un director de podio. Creo que uno tiene que hacer más. Quiero desarrollar proyectos, influir en el desarrollo cultural, social y educativo, reinventar la música clásica permanentemente. Quiero hacer todo lo posible para que en una o dos generaciones más el ir a conciertos sea común y no de nicho. ¿Por qué las audiencias de la música clásica no pueden ser masivas?» (ver nota aquí).
Ahora, cinco años después, es evidente con su respuesta que entiende el potencial de que un equipo audiovisual lo grabe mientras trabaja con grandes grupos de cantantes e instrumentistas, mientras intenta resolver asuntos logísticos y artísticos. Entiende que es una nueva oportunidad de llegar a más gente, de llegar más profundo.
También queda claro, cuando habla de que se han podido documentar incluso las frustraciones y las cosas que no resultan en el proceso, no le incomoda que sean visibles esas dificultades, que se compartan.
Parece que usted se siente cómodo con transparentar lo que representa el esfuerzo de este proyecto, y que quede también testimonio de las frustraciones y dificultades, que se sepa que el quehacer de un artista, al igual que el de cualquier trabajador tiene dificultades, que los fracasos son parte de la vida de un música también.
Por supuesto. Absolutamente, eso es lo que mantiene vivo el espíritu. Mucha gente ha replicado algo que dijimos con Miguel, de que esto era como el Everest de la música clásica. Cuando lo dijimos por primera vez no pensamos que iba a ser el gancho marketero para tantos, y no nos molesta en realidad. Pero revisitamos esa idea y nos dimos cuenta de que en realidad sí se parece, porque esto sí que es escalar algo empinado, algo que además no se había escalado acá y que de alguna forma es como esa gesta, en el sentido de que llevas 500 metros escalados y de repente se te viene una avalancha, o se te viene un frío que no lo tenías pensado o que sí lo tenías pensado pero no lo habías vivido, qie de repente se despeja una nube y seguimos y encontramos de nuevo el camino. O sea, es muy parecido a eso, porque sin lugar a dudas es un megaproyecto. Pero es un megaproyecto que hace full sentido a lo que representa. No representa solamente a Mahler. Esto representa lo que es la FOJI, representa lo que es cambiar a la sociedad a través de la cultura y la música, y puesto el foco en esta orquesta que en este momento es el símbolo de aquello, esta orquesta que hace 30 años decidió transformarse en la primera Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil».
¿Qué representa para usted el trabajar con Miguel Farías, director ejecutivo de la FOJI, y el hecho de que juntos están sacando adelante un proyecto que parece una quijotada muy grande digna de Jorge Peña Hen y de Fernando Rosas?
«Me encanta eso. Lo que acabas de decir tú tiene muchísimo sentido. Sí, es una quijotada a lo Jorge Peña Hen y a lo Fernando Rosas. Y qué mejor piropo que ése, si así fue como partió, así parten estas cosas. A veces te toca no pedir permiso y simplemente aventurarte, porque a lo mejor nunca es el momento. Así que simplemente hay que hacerlo. Nunca es el momento idóneo, nunca es el momento ideal, nunca son las circunstancias. Pero si uno se queda en eso, entonces las cosas no se hacen y eso es lo que nosotros con Miguel entendemos de aquellas mentes grandes, visionarias, como lo fue Jorge Peña Hen y como lo fue Fernando Rosas. ¿Ellos lo hicieron! Cuando Peña Hen estrenó en Chile la Pasión según san Mateo fue la misma locura. También eran dos coros, solistas y orquesta. ¿Tú crees que todo el mundo lo apoyó, que le dijeron ‘sí, sale’? Por supuesto que no, y tuvo que luchar contra mucha gente que dijo ‘¡cómo se le ocurre!’, ‘este tipo está loco’, ¿¿cómo va a hacer eso?’. Y lo hizo. Hoy en día uno mira para atrás y Jorge Peña Hen, en ese momento, con esa infraestructura que tenía a mano, lo hizo, estrenó La Pasión según san Mateo. Y Fernando Rosas hizo lo propio con la fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil y después con toda la gestión con la FOJI. Tener a un líder a mi lado como Miguel Farías es la única razón por la que yo también estoy tratando de poner todo de mí para que éste y otros sueños quijotescos se hagan realidad, porque él lo entiende así también. Es un lujo de líder, una persona que entiende esto desde adentro, desde la música, desde el hacer música, desde los músicos, pero además con una visión de director ejecutivo tremendamente preclara y de gran liderazgo, así que para mí es un privilegio estar viviendo esto codo a codo con él, porque sí, estamos haciendo historia, pero estamos haciendo historia porque al mismo tiempo estamos entendiendo que la historia se hace así, se hace a veces sin pedir permiso».
Coordenadas Viernes 13 de enero, a las 20 horas y sábado 14 de enero, a las 17 horas. Teatro Caupolicán (San Diego 850). Descarga gratuita de tickets en puntoticket.com.
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.
La obra fundamental del siglo XX será presentada en la 60a Temporada de Cámara UC el 22 y 23 de octubre, celebrando así los 150 años del natalicio de Arnold Schoenberg. El director chileno residente en Suiza, además, dirige a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Séptima de Beethoven.
El director sueco debuta el 20 de octubre en el Ciclo Bach Santiago, con dos cantatas y un motete del genio barroco. Además, dirige en tres conciertos a la Orquesta de Cámara de Chile. ""Estoy tan contento por estar de vuelta y reencontrarme con todos mis amigos en Chile, tanto de la Orquesta de Cámara de Chile como de la Universidad Católica. Siempre han sido colaboraciones artísticas muy buenas", dice.
La excepcional intérprete e investigadora que ha sido premiada con el Diapaon dÓr y dirige el Museo San Colombano en Bologna, dará un recital de clavecín el 3 de octubre en la Temporada de la Fundación Guitarra Viva.
Una de las partituras más espirituales del célebre compositor estadounidense será interpretada junto al Ensamble Vocal Taktus que dirige Javiera Lara Salvador. Será el 4 de octubre en la Catedral de Santiago.
El domingo 29 de septiembre, la intérprete chilena dará un recital en Leipzig como cierre de una beca que le permitió tener en casa un clavicordio que perteneció a Herbert Collum. Abordará repertorio iberoamericano, con obras encontradas en Chile.