Felipe Copaja entrega las claves del Museo de las Telecomunicaciones
septiembre 16, 2022
El ingeniero, chelista y director de Extensión de Telefónica del Sur lideró el rescate de la Casa Lüer y el desarrollo de la museografía que revisa 130 años de desarrollo tecnológico, con foco en las comunidades que lo hicieron posible.
Es una iniciativa inédita en nuestro país, y da cuenta del desarrollo tecnológico de más de un siglo, con foco en el sur de Chile, pero con un especial énfasis en las personas que han sido parte de esas innovaciones.
El Museo de las Telecomunicaciones (MuT) tiene su sede en Valdivia y se inauguró hace cuatro meses en un inmueble con alto valor patrimonial que fue rehabilitado como parte de un proyecto financiado por Telefónica del Sur, compañía que es parte del Grupo Gtd.
El trabajo arquitectónico y la implementación museográfica fueron desarrollados a lo largo de dos años y fracción, por un equipo dirigido por Felipe Copaja Patiño (1974), ingeniero civil electricista de la Universidad Católica y director de Extensión de Telefónica del Sur, además de violonchelista aficionado, miembro de la Orquesta Filarmónica de Los Ríos y editor del libro de partituras Enrique Soro, composiciones de juventud, 1898-1901, Milán (ver nota, aquí).
Radio Beethoven conversó con Felipe Copaja al respecto del Museo de las Telecomunicaciones.
Antes de hablar del museo, cuéntenos de la Casa Lüer, inmueble en el cual se ubica, el cual fue recuperado como parte del proyecto.
«La historia parte a fines del siglo XIX, cuando un matrimonio de chileno-alemanes construyó esta casa en la ribera del río Calle-Calle y la habitó durante 60 años. Esta casa posteriormente pasó a ser la sede de la sociedad de básquetbol de Valdivia y fue conocida como ‘Casa del Básquetbol’ hasta los años 90. Resultó que a mediados de esa década, el Ministerio de Obras Públicas decidió ampliar el puente Calle-Calle y se pensó demoler la casa para darle paso a este puente que conecta la ciudad con la salida norte. Sin embargo, ya en los años 80 esta casa había sido declarada de interés patrimonial. Por lo tanto, el padre Gabriel Guarda, que fue monje benedictino, pero también arquitecto y Premio Nacional de Historia, hizo las gestiones para que el MOP le cediera la casa y él se encarga de preservarla e inventariarla. Entonces pasó a ser una casa nómade, que fue desarmada en su ubicación original y en los 20 años que siguieron tuvo un destino bastante peculiar, porque pasó por varias bodegas e incluso estuvo algunas temporadas a la intemperie en un campo en La Unión. De esta manera, el museo también implica un rescate del patrimonio arquitectónico de la ciudad. La casa de hoy no es exactamente la original; si bien se pudo conservar la mayoría de las maderas, éstas no tienen actualmente la calidad estructural necesaria como para haberlas utilizado por completo. Por lo tanto, el rescate que se hizo fue un rescate de la arquitectura de la casa, mas no de la casa en sí».
¿Cuánto tiempo estuvo desarmada esta casa, y cuándo se volvió a armar?
«Estuvo desarmada desde 1997, y la reconstrucción de la casa que actualmente acoge al museo se inició en 2019».
¿Esto quiere decir que este rescate se inició con el fin de que esta casa se convirtiera en la sede del Museo de las Telecomunicaciones?
«Exactamente. En 2012 o 2013, el presidente de Gtd, Juan Manuel Casanueva, anunció que era de interés de la compañía constituir el primer museo de las telecomunicaciones acá en Valdivia. Poco tiempo después, él conversó con el padre Gabriel Guarda, quien accedió a que la casa pasara a Telefónica del Sur y entonces Telsur se hizo cargo de la mantención y de todos los procesos de conservación de las maderas, es decir, toda la parte fitosanitaria, las fumigaciones, la conservación en una de las bodegas de la compañía, protegidas de la lluvia, del exceso de calor, etcétera. El proyecto se va desarrollando y en 2017 se hace una licitación para ver qué compañía podía hacerse cargo, tanto de la construcción de la casa como de la museografía, y el vamos se dio en 2019».
La reconstrucción de la casa y el diseño y la implementación de la museografía, así como la compra de todos los materiales necesarios, ¿corresponde a una inversión que realiza sólo la empresa o concursan también fondos públicos?
«No, ésta es una inversión 100% privada. Fue financiada por Telefónica del Sur».
Entiendo que Telefónica del Sur fue fundada sólo 17 años después de que Alexander Graham Bell patentara el teléfono, y en Valdivia. Resulta impresionante cuán temprano sucedió esto.
«Así es, en 1893. Así de temprano. No fue la primera compañía de teléfonos que tuvo el país, pues la primera surge en Valparaíso. Pero es la compañía más antigua aún en funcionamiento. Ése es el gran valor que tiene la empresa. Efectivamente fue fundada por cinco chilenos de ascendencia alemana, quienes eran primera generación de ciudadanos chilenos, nacidos en Chile. Tenían un interés por el desarrollo tanto de las comunicaciones, como de Valdivia y el sur de Chile, entonces vieron en esto una muy buena oportunidad de innovación y de dar un beneficio concreto a la ciudad».
¿Cuáles son los lineamientos principales de la museografía, los conceptos con los cuales trabajaron?
«Principalmente, es contar la historia del desarrollo de las telecomunicaciones, con una mirada global, pero con un cierto énfasis en lo que ocurrió en el sur de Chile, y en cómo Telsur, en particular, estuvo involucrada en las distintas fases del desarrollo, desde su fundación hasta nuestros días».
¿Cuáles son los hitos de esa historia?
«Las cosas relevantes son la fundación misma de la compañía, en 1883. Después, la implementación de las primeras centrales con operadoras. Los primeros 20, 30 años fueron de un desarrollo lento porque las tecnologías no avanzaron mucho, pero ya hacia 1925-1930, empezaron a aparecer las operadoras, trabajadoras que fueron las iniciadoras de una gran epopeya para todas las compañías de comunicaciones en general ya que eran el cerebro que permitía la comunicación a distancia entre las personas. Luego, ya hacia fines de los años 50, más menos, empezaron a aparecer las primeras centrales automáticas, que eran electromecánicas y que, de a poco, fueron tomando el lugar de las operadoras, y las operadoras tuvieron que reinventarse un poco, dando lugar a lo que conocemos hoy día como call centers. Después, a fines de la década del 80 empieza la digitalización de las centrales telefónicas, que se hacen más inteligentes, con más funcionalidades y con menos costos en general, lo que llevó a una puesta en marcha más acelerada de esta tecnología. Y ya hacia inicios de los años 90 viene todo el boom del despliegue de la fibra óptica, que va de la mano con la aparición de internet a nivel mundial. Y, en paralelo, el desarrollo de la telefonía móvil. Por otra parte, la museografía muestra también cuáles otros ámbitos de las telecomunicaciones fueron desarrollándose en paralelo, como la televisión y la radio, además de la computación, y se cuentan estas historias paralelas, así como la manera en que todas estas cosas van aportando al desarrollo de las comunidades del sur de Chile, que es donde la compañía se inserta».
Hablemos del universo de piezas, de objetos, que se están exhibiendo en el Museo de las Telecomunicaciones. ¿De cuáles dimensiones es ese universo?
«La colección de objetos, completa, que tiene la compañía es de entre 180 y 200 piezas, de las cuales alrededor de 120 conforman la muestra permanente. Ahí hay equipos de todo tipo; hay teléfonos desde muy antiguos hasta modernos, centralitas de operadoras, y artefactos utilizados, por ejemplo, para medir cosas. Hay teléfonos móviles también. En fin, un montón de objetos que ayudan a contar este relato de cómo las comunicaciones fueron desarrollándose y cuál ha sido el gran impacto en las comunidades».
Entre estos objetos, ¿cuáles destacaría por alguna razón en particular?
«Hay algunas piezas que son bastante emblemáticas. Por ejemplo, hay una central marca Siemens de los años 30 o 40, que tiene todavía todas sus clavijas y cables, y que da una buena impresión del trabajo que tenían que tener las operadoras. De hecho, son máquinas grandes, así que tenían que tener brazos largos las personas para poder alcanzarlas, y eso implicaba un criterio de selección de operadores, de manera que se les pedía que midieran más menos un metro 70. Así que había un factor de corte importante para contratarlas».
Eso es bien interesante. ¿Podría describirnos algunas otras piezas que se exhiben?
«Claro. Tenemos algunos elementos originales que han sido modificados para ser interactivos. Hay un teléfono de candelabro, por ejemplo, que se ponían los auriculares en el oído y se hablaba con una especie de micrófono separado, y hay un telégrafo que permite hacer juegos con código morse. Tenemos también otra centralita de operadoras preparada para que los visitantes jueguen a participar en el proceso de selección de operadoras. Hay máquinas que muestran cómo se hace la fusión de fibra óptica y cómo se hace el cálculo de cuánto cable tirar. Igualmente, hay interactivos que explican qué son las ondas electromagnéticas y cómo el hombre las utiliza. También hay un interactivo que cuenta lo que es el código binario, y cómo ese código permite transformar imágenes o textos en 0 y 1, de manera que sean interpretables por distintas máquinas».
Así, el visitante puede tocar e interactuar con una serie de objetos y comprender los principios científicos que tienen detrás. «Todo es muy táctil. El museo se orienta al aspecto educacional, y una de las grandes cosas que hemos logrado es que muchos colegios estén viniendo y estén interactuando con todos estos dispositivos», asegura Felipe Copaja.
El Museo de Telecomunicaciones es miembro del Iatm (Asociación Internacional de Museos de Transportes y Comunicaciones), y su sitio web es mut.museum. La inversión total del proyecto fue cercana a los US$3 millones. El recinto cuenta con 650 metros cuadrados construidos y una sala multiusos en el subterráneo del inmueble, que está disponible para diversas actividades culturales.
El MuT se ubica en Vicente Pérez Rosales 708, a dos cuadras de la Plaza de la República, en pleno centro de Valdivia. La entrada general cuesta $2.000. El costo de ingreso para los estudiantes de educación superior es de $1.000. El acceso es gratuito para escolares hasta Cuarto Medio y para mayores de 60 años de edad. está abierto de martes a domingo de 10 a 18 horas.
¿Le gustaría invitar a los auditores de Radio Beethoven?
«Sí. Invitamos a todos los auditores de esta radio que se escucha localmente en Valdivia y Osorno y también a quienes la escuchan en Santiago para que cuando estén acá en Valdivia aprovechen de conocer el Museo de las Telecomunicaciones. Está en pleno centro, en una visita que les tomará más menos una hora, o una hora y media, se podrán interiorizar sobre cómo ha sido el desarrollo de las telecomunicaciones en el mundo y en particular acá en el sur del país. Es un proceso en el cual Telefónica del Sur tuvo una participación importante en el desarrollo de las comunidades y en la producción de servicios que benefician a todo el país. Tenemos muchas facilidades para las personas que tienen movilidad reducida, y también contamos con dispositivos de audio-guías tanto en castellano, como en inglés, alemán, portugués y mapuzugun, porque queremos abrir el museo a la mayor cantidad de personas».
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