Antes las complicaciones que la pandemia ha provocado en la formación de los instrumentistas, la violista y académica de las universidades de Chile y de Talca diseñó unos talleres remotos que funcionan como un festival, postuló a un Fondo de la Música y se lo ganó. Hubo 220 inscritos de Chile y otros seis países de Latinoamérica.
Carola Fredes Henríquez es violista, se formó en el Instituto de Música UC y se perfeccionó luego en educación artística en la Escuela Superior de Música y Artes Escénicas de Frankfurt am Main. Vivió en Europa entre 2010 y 2013, tocó en la Orquesta Estatal del Teatro de Darmstadt, y fue extra en la Ópera de Frankfurt, así como en Heidelberg. También tocó en la Orquesta de Cámara de Chile.
Hoy es profesora de viola en la Universidad de Chile y en la Universidad de Talca. Desde ese puesto clave en la formación de nuevas generaciones de músicos, fue testigo privilegiado del impacto negativo que la pandemia ha tenido en los estudios de muchos jóvenes estudiantes de interpretación en nuestro país, algunos de los cuales no han podido continuar con sus clases.
«Primero con el estallido social y luego con la pandemia se vio súper complicada la enseñanza presencial. Muchos lugares trataron de seguir en formato híbrido, pero no resultó», comenta. Ante ese escenario, es que está desarrollando el proyecto “Talleres de perfeccionamiento en línea para jóvenes intérpretes de violín, viola, violonchelo y contrabajo”.
La iniciativa cuenta con financiamiento del Fondo para el Fomento de la Música Nacional y que cuenta con apoyo de la Escuela de Música de la Universidad de Talca, donde Carola Fredes es académica.
Aunque la convocatoria se hizo pensando en el ámbito nacional, postularon también jóvenes de Argentina, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela: hubo 220 inscritos en total. «El proyecto está teniendo un fuerte impacto social, mayor al que esperábamos», confiesa la violista.
Los talleres se realizan en forma remota y si resulta viable retomar las actividades presenciales, se contará con espacios físicos idóneos de la Universidad de Talca. Hay clases de violín, viola y violonchelo, y la más concurrida es la de violín, con 90 estudiantes pasivos y 10 activos.
Todos los jóvenes instrumentistas participan en forma becada de los talleres. Ninguno debe asumir un costo, pues el fondo concursable del Ministerio de las Culturas financia el trabajo de un equipo de producción que integran cuatro asistentes, todos alumnos de Carola Fredes, y la actividad propiamente pedagógica de esta violista y de otros tres profesores, uno por cuerda.
Tuvieron su primer encuentro inaugural el 31 de mayo, y han programado clases dos veces al mes, desde el 12 de junio hasta el 31 de diciembre. Abordan temas como estrategias de estudio, extractos orquestales, técnica y musicalidad. «Hay muchos estudiantes que están sin clases y necesitan un complemento y al menos una instancia en la que puedan interactuar con sus colegas de otras partes del mundo», destaca Carola Fredes.
«Entonces, este proyecto viene a suplir todas las necesidades que podemos suplir de los estudiantes de instrumentos de Chile y de Sudamérica. Me parece que es una súper buena instancia que se puede aprovechar en muchas maneras, tanto en la parte musical y técnica, como personal de los estudiantes», agrega.
¿Cuál fue exactamente la necesidad que se instaló con la pandemia, que la motivó a desarrollar este proyecto?
«Que muchos de los estudiantes no estaban teniendo clases normales. Para empezar, esto ya no es presencial y, segundo, las clases a veces son sincrónicas y a veces asincrónicas. Pensé en este proyecto como un complemento técnico musical a las clases, y también como un acompañamiento, porque de repente necesitan comunicarse con otra gente. Estar solamente con el profesor, en la cámara y todas las semanas, es súper monótono, entonces ésta es una instancia de comunicación, de conocernos, de intercambiar opiniones, experiencias y también de diálogo intercultural porque la difusión tuvo un montón de éxito y se sumaron personas de casi toda Sudamérica».
Sabemos que al inicio de la pandemia, y en algunas instituciones esto se extendió por varios meses, el principal obstáculo era que los estudiantes no tenían real acceso a internet ni a dispositivos para su propio uso, muchas veces apenas contaban con carga para una hora a la semana, y en un teléfono de uso familiar. Aunque algunas instituciones fueron veloces en ofrecer becas de internet y equipos en préstamos, no fueron todas. ¿Cómo se complementa este taller con esa carencia tan concreta?
«Como gesté este proyecto a mediados del año pasado, y los llamados a concurso fueron en septiembre y octubre, mis alumnos al menos, y varios conocidos, ya habían solucionado el tema de internet y de los dispositivos para las clases. En ese momento, muchos de ellos ya tenían incluso micrófono. Pero la verdad es que, si pensamos solamente en la clase de viola, no se puede hacer música de cámara, no se pueden hacer encuentros, no se puede viajar, entonces yo pensé este proyecto como un punto de encuentro de varios instrumentistas en una clase, y una instancia para compartir experiencias. Ésa es la necesidad que yo vi; la necesidad de juntarse y aprender entre todos. Nosotros no hacemos clases individuales, sino grupales, que funcionan como talleres, y en diferentes ámbitos. Funciona como curso o como un festival de instrumentos de cuerda, pero distribuido en el tiempo a lo largo del año».
La convocatoria de estos talleres ustedes la pensaron inicialmente para estudiantes residentes en Chile, pero postuló gente de varios países. ¿Qué tan sorprendente fue para ustedes que eso sucediera, y por qué cree que sucedió eso?
«La verdad es que nosotros hicimos propaganda en Chile y se empezaron a pasar el dato. Así que dije ‘Bueno, ¿por qué no la abrimos para toda Sudamérica?’ Pero jamás pensé que iban a llegar tantos jóvenes; tuvimos cerca de 220 inscripciones, de Argentina, Colombia Venezuela y Perú, y también de los rincones más extremos de Chile. Fue súper sorpresivo. Pero los currículum de los profesores son buenos, es una convocatoria llamativa y aparte, por lo que nos han dicho los mismos estudiantes inscritos, es algo novedoso, porque tenemos charlas sobre técnicas de estudio, que es cómo organizar tu estudio, sobre extractos orquestales, sobre cómo enfrentarse al escenario, de extractos de orquesta para concursos. Los comentarios que hemos recibido es que no conocen cursos que tengan esas dinámicas tan diversas en un mismo curso, y de tanta extensión, de tantos meses».
Me imagino que cuando diseñaron los talleres se retrotrajeron a la época en que ustedes eran estudiantes y pensaron qué es lo que les hubiera servido en ese momento, y por eso es original el diseño. ¿Se enfocaron, por ejemplo, en su propia experiencia, en lo que usted vivió hace unos 15 años?
«Claro. Yo asistí a muchos festivales, en Europa y en Sudamérica, y claro, eran todos así: música de cámara y orquesta todo el día. En general duraban un mes los festivales y la verdad es que yo siempre sentí porque era poco tiempo, que faltaba tiempo para aprender cosas anexas que todos necesitábamos. Y por eso lo dividí de esa manera en este proyecto».
¿Cuánto siente usted que se logra en la enseñanza remota en este ámbito del estudio de un instrumento?
«Creo que los objetivos se logran, un poco más lento. En realidad, yo vengo años ya enseñando en línea, porque trabajé muchos años en la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, y en el programa de orquestas regionales los chicos no siempre tenían posibilidades de viajar. Este problema se agudizó con el estallido social. Ya trabajábamos así dos años antes de la pandemia, y como tengo esa experiencia ya me manejo bien en lo que hay que hacer y en las estrategias; cómo decir las cosas, la posición de la cámara, que se necesita un micrófono, y todo tipo de cosas».
¿Con el éxito de esta convocatoria, están pensando ya en una segunda versión?
«Sí, absolutamente. La idea es que ésta sea la primera versión para desarrollar una segunda el año que viene; poder postular de nuevo al Fondo de la Música, y desarrollarlos aun más, integrando otros temas que sirvan de ayuda o complemento para todos los estudiantes».
Son 25 canciones escolares de fines del siglo XIX e inicios del XX que el académico de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano encontró revisando ferias y persas, y que incluyen un Himno de Enrique Soro que hoy siguen cantando exalumnas de una escuela normal. Las piezas fueron grabadas y editadas las partituras, y se podrán descargar. El proyecto se presenta el 27 de diciembre.
Desde música del siglo XII hasta La Pasión de Scrooge de Jon Deak y Hansel y Gretel de Engelbert Humperdinck, pasando por célebres creaciones de Bach, Haendel, Berlioz, Liszt y Messiaen, además de la ópera Vísperas de Navidad de Rimsky-Korsakov, la cantata Navidad en Chile de Pablo Délano y una sesión jazzística de Dave Brubeck son parte de nuestra programación especial.
Además de entregar las claves de los conciertos gratuitos de Navidad que la Camerata Unab ofrece con distintos coros y solistas durante diciembre, Felipe Karadima hace un balance positivo de este año, con cerca de 90 actividades, y anticipa los hitos de 2025.
Invitado por el Instituto Italiano di Cultura, el pianista piamontés abordará un repertorio que él mismo está rescatando en dos conciertos gratuitos que dará en Los Andes y Viña del Mar, el 29 y 30 de noviembre. "Estos compositores desarrollaron una importantísima operación de aggiornamento cultural porque tradujeron y trajeron a Italia a los grandes románticos alemanes", apunta.
El lunes 25 y martes 26 de noviembre, estrenará con Luis Orlandini y Gonzalo Cuadra obras comisionadas a Eleonora Coloma y a Rolando Cori. Y, el viernes 29, Alejandro Reyes ofrecerá una lectura nueva de la 2a Partita BWV 1004 de Bach, incluyendo corales y bajo continuo, junto a Vanessa Rojas, Javier Weibel y Oriana Silva, ahondando en el desgarrador luto que vivía el compositor. Dos nuevas propuestas artísticas paralelas a su rol en el Municipal de Santiago.
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.